Capítulo 8

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Por segunda noche consecutiva, Eiden no era capaz de dormir.

No podía imaginarse cómo sería salir de esa manera, pero a juzgar por los últimos momentos de Ben, aullando y escupiendo como si estuviera en medio de un brote psicótico, ya no ponía en duda la importancia de la regla del Claro que decía que nadie debía entrar al Laberinto salvo los Corredores, y aún ellos, sólo durante el día.

Un estremecimiento le corrió por el cuerpo. Cuanto más lo pensaba, más dudaba.

A la mañana siguiente, el ruido de la actividad del Claro lo despertó del peor sueño que había tenido desde su llegada. Se incorporó frotándose los ojos. Como no lo logró, se volvió a acostarse, esperando que nadie lo molestara.

La tranquilidad no duró ni un minuto.

Alguien le golpeó el hombro y, al abrir los ojos, se encontró a Newt de pie dando a Thomas. ¿Qué paso?, pensó.

—Levántate, lagarto. —Le dijo a Thomas.

—Sí, buenos día a ti también. ¿Qué hora es?

—Las siete, Novato. —Le dijo con una sonrisa burlona. —¡Ajá! Creíste que te dejaría dormir hasta tarde después de dos días muy duros.

Eiden se sentó en la hamaca y sonrió feliz al no estar involucrado.

—No sonrías tanto, Eiden. Fritanga está que echa humo por no haberte presentado a la hora del desayuno.

Eiden palideció, se calzo y salió corriendo hacia la cocina.

Al llegar Fritanga estaba pelando unas patatas sentado en una banqueta listo para cantarle las cuarenta al novato, pero al verlo llegar, sudoroso y con manchas rojas sobre su cara simplemente lo regaño y le puso a limpiar el suelo.

—Cuando la chica despierte, me la mandarán aquí también. Espero que no sea como tú. —Dijo Fritanga apartando la mirada por un momento de la patata.

La imagen de la chica invadió su mente. De repente, la rabia se apoderó de él, junto a unas innumerables ganas de matarla.

—¡Caray! ¿Qué te ocurre? Nunca había visto esa expresión en tu cara.

Eiden asusto negó con la cabeza dando a entender que no ocurría nada y prosiguió con su labor.

—Parecía que querías matar a alguien.

—Que va, Fritanga. Yo solo...

Pero antes de que pudiera terminar la frase, se escuchó el estrépito de las paredes que se abrían por el día. Miró hacia la Puerta del Este, como esperando ver a Ben del otro lado. En su lugar, estaba Minho haciendo ejercicios. Lo vio cruzar la salida y recoger algo.

Era el tramo del poste que tenía el collar de cuero adosado a él. Al asiático no pareció importarle la cuestión y se lo arrojó a otro chico, que lo guardó en el cobertizo de las herramientas, cerca de los Jardines.

Eiden se giró hacia Fritanga, confundido. ¿Cómo podía Minho mostrarse tan indiferente, cuando anoche estaba tan afectado?

—¿Cómo...?

—Sólo he visto tres Destierros. —Se adelantó. —Todos tan desagradables como el de anoche. Pero cada vez, los Laceradores dejan el collar en nuestro umbral. Se me ponen los pelos de punta de sólo pensarlo.

—¿Y qué hacen con los chicos que atrapan? —Preguntó, aunque no estaba muy seguro de querer saberlo.

Fritanga levantó los hombros, fingiendo indiferencia. Posiblemente no quería hablar de eso.

—Cuéntame sobre Minho. —Dijo de repente.

Las palabras parecieron brotar de la nada. Estuvo a punto de disculparse y cambiar de tema, pero se quedó callado. Quería saber todo sobre él. Aunque a veces fuera un poco (bastante)cretino.

Ante esto Fritanga se detuvo, con aspecto confundido.

—¿Minho? ¿Por qué?

—Sólo me preguntaba qué hace.

Fritanga lo miró con suspicacia.

—Ese tipo es el mejor en lo que hace. Tiene que serlo. Todo depende de ellos. —Comentó, arrojando una patada y observando cómo entraba en el cubo.

—¿Y por qué Newt no lo es?

La cara de Fritanga se puso seria de repente.

—Lo era, hasta que se lastimó y después nada fue lo mismo.

—¿Cómo se lastimo? —Preguntó,

considerando que cuanto más lo hiciera hablar, más averiguaría.

—De la única forma posible, huyendo de los Laceradores. —Repuso, y luego hizo una pausa. —Todavía me dan escalofríos cuando pienso que también lo podíamos llegar a perder por la transformación.

¿Transformación? Eiden sabía que ese tema podría ser la respuesta a muchas de sus preguntas.

¿Y qué es eso? ¿Qué es lo que cambia? ¿Todos se convierten en psicópatas y tratan de matar gente como Ben?

—Pero la de Ben ha sido por mucho la peor de todas. —Le advirtió, con un tono de voz que ponía fin a la charla sobre la Transformación.

Eso despertó aún más su curiosidad. Pero Fritanga no estaba dispuesto a seguir con la conversión.

Esa mañana, por fin conoció lo que de verdad era trabajar.

Todos estaban muy ocupados preparando el desayuno para el ejército de hambrientos Habitantes y Eiden era el encargado de limpiar todo lo que esos maniáticos de la comida.

Al terminar su labor, Thomas y Newt fueron a buscarlo y se sentaron junto a Chuck en una mesa alejada de la Cocina, cuando un numeroso grupo de Habitantes se levantó y corrió hacia la Puerta del Oeste, hablando animadamente entre ellos.

—¿Qué pasa? —Inquirió, sorprendido ante la naturalidad de su pregunta. Los

nuevos acontecimientos del Claro ya formaban parte de su vida.

Newt hizo un gesto de indiferencia y se abalanzó sobre su desayuno.

—Están despidiendo a Minho y a Alby, que van a ver al condenado Lacerador muerto.

—Hey. —dijo Chuck, mientras un trozo de tocino salía volando de su boca. —Tengo una pregunta sobre eso.

—No me digas, Chucky. —Repuso Newt con un dejo de sarcasmo. —¿Y cuál sería tu maldita pregunta?

El chico parecía muy concentrado en sus pensamientos. Como si realmente fuera algo importante.

—Bueno, es que ellos encontraron a un Lacerador muerto, ¿no es cierto?

—Ah, ¿sí? —Contestó. —Gracias por la noticia.

El gordito golpeó el tenedor distraídamente contra la mesa.

—Bueno, y entonces ¿quién mató a esa estúpida criatura?

Excelente pregunta, Chuck. Excelente pregunta.

Eiden espero la respuesta expectante, pero no seescuchó nada. Era obvio que Newt no tenía la más remota idea. Y eso eraextremadamente fastidioso

༻нαѕтα єℓ fιиαℓ (мιинσ у тυ)༺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora