Capítulo Segundo: Lo rutinario parece mágico

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Mientras tanto la vida prosigue

Desde el anochecer Adela entró en conflicto consigo misma

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Desde el anochecer Adela entró en conflicto consigo misma. Y eso que la joven no solía tener complicaciones emocionales de ese tenor. Una vez que tomaba una decisión —por más adversa o hiriente que fuera— solía mantenerse firme hasta el final. Pero por alguna razón, estaba dubitativa. No sabía si fue una buena idea pedirle a su cuñado que fuera solo a Brasil pues, aunque él hablaba bien el idioma y no era ignorante en asuntos espirituales africanistas, no tenía una experiencia cercana con el culto. La muchacha pensaba que podía impresionarse. Sobre todo, si le tocaba participar de algún ceremonial que incluyera sacrificios de animales.

«Su mamá lo llevaba de niño a un centro espiritista, pero nunca puso un pie en una gira de Quimbanda. No creo que se asuste, pero tal vez se tensione o vuelva peor de lo que fue. Joder, que me olvidé por qué solía tener episodios de sonambulismo, ¿y si la vibración lo afectara y pasara un mal momento? Soy una pelotuda, no debí insistir con el viaje, al menos no por ahora», pensaba y se culpaba por haber sugerido la travesía.

«Pero otra no había. La terapia no le está dando resultado. Por lo menos en lo inmediato no se ven mejorías y lo noto triste. Pobre, con todo lo que tuvo que pasar. Después de la muerte de Nacho todas fueron pálidas; una tras otra se sucedieron las desgracias que casi no tuvo tiempo para llorarlo porque enseguida vino la maldita enfermedad de Fher. Todo de golpe cuando parecía que el carnaval nos iba a dar un momento de alivio», continuaba elucubrando, y no se daba cuenta, pero con cada rumiación se parecía muchísimo a Igal. Si algo odiaba Adela de su cuñado, eran sus intríngulis mentales. Ah, sí, eso le ofuscaba.

«Lo que tuvimos que pasar con Fher, y solos, porque esa manga de ingratos que se decían ser sus amigos se borró por completo. Cuando le estábamos tomando el pulso a la dolencia, apareció la fiebre, pfff... —inmersa en sus pensamientos resoplaba, más bien rebuznaba, porque lo único que se sentía era el sonido— Joder con la fiebre y las peleas con el médico que no quería aplicarle Novalgina», un ligero escozor le recorría con ese pensamiento.

«¡Caballero!, que si algo le faltaba a esta novela, apareció Nachito, y con él más complicaciones. Un instante de alegría y varias horas de sufrimiento». El escozor daba paso a la angustia.

Mientras seguía inmersa en su plática interna, doblaba la ropa del bebé prolijamente, acomodaba los juguetes, y hacía sonar el móvil que pendía de la parte superior de la cuna. Lo habían colgado del mismo caño en el que suele ajustarse la tela mosquitera. Nachito, en tanto, dormía despreocupado. Se lo veía feliz ahora que había vuelto a tener familia. Su papá postizo no estaba, pero la tía Adela lo cuidaba con el mayor de los esmeros, sería su madrina de bautismo en cuanto pudieran tener los papeles que garanticen su adopción. Mientras tanto, era lo más parecido que podía tener una mamá, era su mamá-madrina, o su mamá del corazón. De momento era su nana, y lo único que el crío tenía en el mundo, ya que Igal tuvo que hacer ese viaje para reencontrarse y poder seguir adelante con la vida, o con lo que le quedaba de ella.

Intentando vivir con tu recuerdo - Secuela #HomoAmantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora