Decimonono capítulo : Definiciones

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A veces hay que hacer lo que se cree correcto

A veces hay que hacer lo que se cree correcto

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Era preciso interceder. Darío lo sabía. Tenía que evitar que se note el abultado paquete que comenzaba a moverse en el jean. ¿Pero qué hacer cuando se tiene una novia como Ludovica rumoreándote frasecitas excitantes al oído? Por fortuna lo salvó la campana. Metafóricamente, claro.

—¿Aquellas que están allá son Érika y Mercedes? —Las vio intentando ingresar al restó.

Ludovica explotó de alegría.

—¡Si serán atorrantas! Las invité a salir y se excusaron. ¿Acaso estaban complotados para darme esta sorpresa?

No hizo falta que Darío respondiera. Las amigas, llenando el sitio con su acostumbrado bullicio, ya estaban abrazándola y pidiéndole disculpas por el maltrato. Efectivamente, estaban de acuerdo con el ingeniero para hacerle una emboscada a la más argel del grupo. Ahora juntas, en un demorado abrazo, eran la admiración del restó.

A los pocos minutos ingresó Agustín, traía consigo a Enrico, un apuesto y refinado barbitaheño que le estaba «tirando» los galgos a Mecha.

—¿Así que estas tenemos, Merceditas? —exclamó la recientemente comprometida— ¿Cuándo me ibas a contar que te estás comiendo un bomboncito bermellón? —dijo, causando rubor en el novato y cierta inquietud en el ojiazul.

—Fue de repente, como sucede conmigo —se disculpó la aludida.

—¡No sé de dónde aparecen estos dulces! Y una se esfuerza en hacer dieta —en tono jocoso devolvía las gentilezas Érika.

Los muchachos se saludaron con naturalidad y luego besaron a la madre y la hermana del futuro casamentero. Las nuevas integrantes de la familia de Ludo sonreían al ver que Darío estaba rodeado de gente maravillosa. Propusieron otro brindis y el dueño del lugar quiso sumarse nuevamente a los festejos.

—¿Para cuándo los confites? —Érika, que no salía del asombro, estaba desesperada por saber qué sucedió para que su socia tomara una decisión tan importante como aquella.

—La verdad, nos sorprendiste, —Mercedes no le daba espacio para que respondiera y, como siempre, metía la cuchara— cuando Darío nos dijo que iba a pedirte matrimonio, nos cagamos de risa.

—¡Hembras de poca fe! —Soltó la agasajada, y todos festejaron con algarabía.

—Es cierto. No creímos que la soltera empedernida iba a ser la primera en casoriarse —Agus ponía la nota que faltaba.

—Todos decían que sos más difícil que Igal para el compromiso, y la verdad, tenía miedo de que me rebotaras —el novio manifestaba sus temores.

—¿Qué será de la vida de ese atorrante? ¡Qué falta nos hacen Igal y Fher ahora! —Agustín los reclamaba.

—¿Quiénes son? —preguntó la recién oficializada cuñada, y todos se dieron cuenta de que con sus jergas y bromas íntimas estaban hablando como en chino al lado de los recién llegados.

Intentando vivir con tu recuerdo - Secuela #HomoAmantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora