Suele suceder repentinamente
—¿Te sigue gustando Igal? Decime la verdad, que soy tu amiga. Te gusta mucho, ¿no? —Adela era directa, como de costumbre.
—Me dijiste que no tenía que tener miedo de esos sentimientos, y que no precisaba el permiso de nadie para ser feliz —Fher dilataba la respuesta dando inicio a una cantinela que la joven reconocía como excusa. Por ello decidió intervenir.
—Sé directo y andá al grano. No necesitás rodear. ¿Te gusta o no te gusta? Corta la bocha.
—Sí. Con locura. Como el primer día o más, te diré. Tanto que no alcanzo a entender por qué me comporto como un chiquilín cuando estoy cerca y siempre la cago. No hay una sola vez que no la haya terminado complicando —Fher fue directo, más que nunca.
—Por eso mismo la cagás. Porque te estupidizás tanto en su presencia que no sabés qué hacer, y te gana el miedo, la culpa, la idea de no merecimiento. Ni siquiera te das cuenta de que a él le pasa algo parecido.
—Eso lo ves vos, corazona. Te aseguro que yo no puedo ver eso ni por un instante. Al contrario, lo percibo cada vez más lejano y hasta cruel.
—Herido. Igualito a un pájaro dañado que no se anima a volar, a dar un picotazo o a construir un nido nuevo. Así está. Confuso, malherido —Adela, como siempre, daba una opinión similar a una sentencia.
—La vida nos dio la chance y yo no pude aprovecharla. La cagué.
—No creés para nada en las segundas oportunidades, verdad...
—Las terceras, en todo caso. Tercera sería.
—La tercera es la vencida —Adela, refranera, ponía cara de sabelotodo y hacía una mueca buscando robarle una sonrisa.
—Que no hay dos sin tres o que la tercera es la vencida y la cuarta es la jodida. En fin... Si el mundo se guiara por los dichos de la gente, pero sabés que no. Menos Igal, él jamás creería en supercherías, ni se deja llevar por lo que los demás dicen.
—Sin embargo ¿sabés donde está en este preciso momento?
—Seguramente descansando en una playa. Quizás en Rio, porque siempre quiso volver para despedirse de Nacho. Allí fue su luna de miel con tu hermano y vive diciendo que jamás fue tan feliz—Fher bajaba la mirada.
—Frío, frío... Como el agua del río —cantaba parafraseando a Juan Luis Guerra, y se sumó repentinamente Fher:
—O caliente, como agua de la fuente —a dúo, haciendo un pequeño berrinche que les valió el chistido de la enfermera de turno.
—Tibio, tibio, como un beso que calla y se enciende si es que acaso le quieres, e, e — la joven no paró pese a la advertencia, bajó la voz y, susurrándole entonó la estrofa completa.
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Intentando vivir con tu recuerdo - Secuela #HomoAmantes
Teen FictionCuando el corazón no puede más de dolor busca recursos inimaginables para alivianar la pena. Fue la noche en que Igal, indagando los motivos que llevaron a Nacho al suicidio, participó de su primera sesión de macumba. La sala estaba repleta de elem...