Decimosexto capítulo : Y así, como si nada...

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Todo comienza a adquirir sentido

Al escuchar la respuesta de Adela, Fher abrió enormemente los ojos

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Al escuchar la respuesta de Adela, Fher abrió enormemente los ojos. Intuía que Igal andaba en algo, pero no sabía de qué se trataba. Desde noviembre que no lo veía y temía que siguiese complicado con la situación judicial que generó su hermana tratando de adoptar a Nachito. No podía imaginar qué sería de Mari-Pily y su cuñado si tuvieran que pasar por lo mismo que estaban viviendo ahora, en plena madrugada, en la sala de espera de un hospital. Definitivamente no. No los veía en esa foto.

Por fortuna, Nachito se recuperaba. Eso les aseguró la doctora, y, desde entonces, el clima se volvió sereno, permitiendo que pudieran sincerarse. Pero el gurrumino precisaba detalles de Igal. Extrañaba no verlo, le volvía loco no tener la remota idea del lugar en el que estaba. ¿Serían celos? No. Quizás un poco. Tal vez. Sí. Algo de celos siempre había. Pero también preocupación. Lo conocía íntimamente. Lo conocía mejor que cualquier persona que habitara la faz de la Tierra, por eso suponía que si no estaba montando guardia al lado del pequeño, algo acontecía. Sería eso. ¿Cómo no se le ocurrió? Igal no estaba en la cama de Sam —su principal temor—, no debería estar en la ciudad. ¿Adónde habría ido? Esperaba que no fuese en Asunción; sus miedos le indicaban otro nivel de alerta. ¿Y si viajó para conocer al pinchadiscos de ojitos azules? Era una posibilidad. En fin, lo mejor que pudo hacer para abandonar el pavor fue insistirle a Adela que cumpliera su promesa y respondiera.

—¿Vas a decirme dónde está? ¿O está en una cita y no me puedo enterar? —Fue tan directo que la joven se sintió obligada.

—Igal ignora lo que está sucediendo, —el bambino comenzaba a temblar—, no intenté llamarlo porque no debe tener Roaming, ya que no está en el país —su terror se agudizaba, debía enfrentar el hecho de que desapareció repentinamente. Era obvio que algo así sucedería; estaba dentro de las posibilidades. El profesional era un cuarentón atractivo, terriblemente seductor y muy bien dotado; un yuppie que encantaba a cualquiera; él había tenido su oportunidad. Su sospecha se confirmaba. ¿Se confirmaba?

—Ah... —respondió con carita de emoticón triste. Adela reconoció su frustración al vuelo y supo que se estaría viajando con alguna idea vaga. Pero no lo sacó de su embrollo, le valía sufrir un momento, se había comportado pésimamente y si ahora se quería quedar con la frutilla del postre, valía hacer meritorios esfuerzos. Ella no se lo iba a entregar en bandeja.

—No alcanzo a comprender la interjección. ¿Qué me querés decir con ese «ah» que sonó agonizante? —Le chantaba otra pregunta en la jeta.

Ella había comprendido perfectamente, lo estaba poniendo en situación para volver sobre el asunto: su enamoramiento de Igal. Fher cometió un error garrafal al responder en monosílabo pero, por otra parte, estaba harto de ocultar su sentimiento; hace un instante su amiga le dejó en claro que estaba al tanto de lo que pasaba. Llegó a decirle que no precisaba su autorización para ser feliz con Igal. Má sí, qué joder. Se iba a tirar a la pileta, ¿qué más daba? ¿Qué podía salir peor, teniendo en cuenta cómo le iba la vida?

Intentando vivir con tu recuerdo - Secuela #HomoAmantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora