Decimoséptimo capítulo : Cuando menos lo esperamos...

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La madrugada puede ser por demás excitante

Apenas la canción dejó de sonar, las mujeres se abalanzaron sobre la pareja de recién comprometida

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Apenas la canción dejó de sonar, las mujeres se abalanzaron sobre la pareja de recién comprometida. Afortunadamente, Darío pudo contarle a Ludo que eran su madre y su hermana, porque de otro modo les hubiera aplicado una toma de karate al sentirse invadida, presionada y sobre todo, besuqueada por ambas.

No sabía fingir un sentimiento que aún no le nacía. Hacer de cuenta de que estaba ante viejas conocidas a las que no veía desde hacía tiempo sería una buena táctica... o tal vez ponerse en el papel de «¿quiénes carajo son ustedes? Mantengamos por favor una prudencial distancia». Supuso que la última opción no sería correcta. No por ella, que tenía ganas de elegirla, sino por el ojiazul que miraba ansioso y algo preocupado el devenir de los acontecimientos.

Luego del shock, que habrá durado unas eternas pocas milésimas de segundos —al parecer, la madrugada aún tenía rasgos de hora grande— optó por hacer de cuenta de que estaba esperando con ansiedad el momento. Las abrazó, pellizcó, besuqueó e incluso las elogió por sus atuendos.

—Por fin las puedo conocer. ¡Qué maravilla que pudieran caer de sorpresa el día más feliz de mi vida! —Les espetó, sin anestesia, cuando recuperó el aliento y el control de sus emociones. Sonó disparatada e irónica, Darío notó la sutileza, pero la impostación de voz fue tan exagerada que el decidió alejarse por miedo a que siguiera un pisotón con el taco aguja de doce centímetros.

—¡Qué alegría de conocerte, m'hija! ¡Sos más linda en persona, que en las fotos del celular del nene! Me estaba muriendo de ganas de venir, pero el nene nunca apuraba el asunto y ya me estaba empezando a preocupar —la suegra sonaba emocionada.

—Decí nosotras, mamá, si no parece que solo vos querías conocer a la privilegiada que va a sacar al opa de casa. ¡Qué suerte, cuñadita! ¡Sos valiente! Porque hay que llevarse esta marmota, eh. No te preocupes que lo mandaré envuelto en papel de seda —la cuñada intentaba parecer piola y avergonzaba a Darío presentando todas juntas sus credenciales de pelotuda. Pelotuda al por mayor.

—¡El nene! ¿Qué cosas de opa hace la marmota? Marmotita linda mía, ¿de quién más, si no? ¿Quién va a querer estos ojitos azules lindos, que me los como? —Forzando una voz aparatosa, Ludo retorcía los pómulos de Darío, haciendo el gesto que suele hacer la gente cuando está frente a un niño cachetón.

Darío supo que lo mejor para salir del apriete era invitarlas a la mesa a brindar por la buena nueva, así evadía la situación complicada en que se estaba tornando la presentación.

—¿Les parece bien si nos sentamos juntos? Ya bastante lío hicimos al transformar en una pista de baile el lugar. Antes de que el dueño venga a pedirnos que liberemos el espacio. ¿Te parece bien amorcito?

—¿Te parece bien, amorcito? —Su hermana retomaba la ironía, ridiculizándolo. Eso no le cayó bien a Ludovica.

—Fijate mami, está enamorado tu nene. Mirá cómo se comporta. En casa es un hombre recio y acá le pide permiso para todo. ¿Te parece bien, amorcito? —Continuó con el tono burlón, pensando que era vivaracha, pero ponía incómodos a todos. Lo notó la madre que, inmediatamente, cortó por lo sano y la exculpó.

Intentando vivir con tu recuerdo - Secuela #HomoAmantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora