Somebody To Love. ~Maylor~

Somebody To Love. - 23

— ¿Estás bien? Supe que casi golpeabas a Tom Ford. — Fue lo primero que Brian dijo al encontrarse con Roger, el solamente rodó los ojos y regresó al coche. — ¿Qué fue lo que pasó?

— Es Un Idiota, Eso Pasó. — Realmente no quería decirle lo que Tom había dicho. No quería lastimarlo.

Brian Suspiró y se puso el cinturón de seguridad. No iba a hacerle más preguntas. Estaba enojado, lo sabía, y no iba a ser el causante de aumentar ese enojo.
Aunque realmente quiso calmarlo un poco cuando notó lo fuerte que apretaba el volante del auto. Estaba comenzando a asustarse.

— Oye, tranquilo. — Dijo Brian poniendo de repente el freno de mano, haciendo que Roger saliera casi disparado hacia adelante. — ¿Qué fue lo que te dijo?

— No quiero Hablar de eso, Brian.

— Solo quiero que...

— ¡Dije que no, Brian!

El rizado no dijo nada. Solamente quitó el freno y dejó que Roger siguiera avanzando.
Al llegar al apartamento, Brian decidió encerrarse en la habitación de al lado. No pensaba tolerar un gritó más por parte de Roger.
El Rubio, por su parte, comenzó a hacer los deberes de la universidad, y cuando finalmente terminó, se tumbó en el sillón a ver la televisión. Brain no salió de la habitación más que solamente una vez, por un vaso de agua y unos cuantos libros, después de eso, volvió a encerrarse.
Después de un rato de pensar mejor las cosas, Roger decidió tocar la puerta de la habitación.

— Brian... Lo siento, ¿Si? No quería gritarte... — Tocó la puerta como desesperado, Pero Brian jamás abrió. — ¿Te quedaras ahí el resto de la tarde?

— ¡Déjame solo, Roger!

— Brian... — Estaba Comenzando a perder la paciencia. — Por Favor, Necesitamos Hablar de esto.

— Yo No Tengo Nada que Hablar contigo. ¡Lárgate!

Roger Decidió No Insistir. Regresó al sillón y siguió viendo la televisión; pero alguien Interrumpió sus pensamientos cuando tocaron el timbre de la puerta.
Demoró unos cuantos segundos en salir a ver de quién se trataba, y cuando lo hizo, no encontró a nadie. Pero Encontró una pequeña caja de cartón al pie de su puerta, y no dudó ni un momento en abrirla para ver qué era lo que estaba adentro.

— ¡Dios mío! ¡Brian! ¡Brian!