Dejé escapar el humo de mi boca, estaba fumando de mi cigarrillo, al fin pude fumar uno sin que nadie decidiera aparecerse de la nada, pero eso no quitaba que me sintiera exasperado de todo. Miré a mi alrededor. Estaba sólo, sentado bajo el viejo árbol del jardín de la Universidad. El recuerdo de mi madre aún no salía de mi cabeza, desde ayer que no se iba.
-Te juro que voy a matarla, si no haces lo que te digo. Tu más que nadie sabes que a tu madre se la tengo jurada.
Sus palabras llenaron mi cabeza. Él era un puto cobarde, un canalla. ¡Y maldita sea!, él me tenía agarrado de las pelotas.
Sacudí mi cabeza para evitar seguir pensando en lo mismo, inhale más de mi cigarrillo. Esta vez me había ausentado de la clase de Contaduría.
JiMin y YoonGi habían decidido quedarse en la clase sólo por que les gustaba la profesora. Una mujer de treinta años o un poco más, aunque no podía negar que estaba bien para su edad. Pero yo no estaba con los ánimos de babearme como esos dos.
Miré mi reloj mientras apagaba el cigarrillo contra el césped. Faltaban quince minutos para que la hora terminara y el receso del almuerzo empezara. Tenía hambre..
-¡Ya no se que es lo que quieres, papá! -escuche esa voz, voz la cuál ahora entablaba una conversación nervioso. Me incliné y lo vi parado a unos metros hablando por teléfono -¡Vine a la maldita Universidad, como tú querías!, ¡Estoy haciendo las malditas cosas que querías que hiciera!, ¡¿Qué más quieres?! -preguntó histérico -¡¿Sabes dónde puedes meterte tu dinero, verdad?!, ¡Vete al demonio! -le gritó y colgó. Tiró el celular con fuerza a mi dirección.
Antes de que me viera volví a mi posición inicial. Tomé el aparato que a pesar de la fuerza con la que lo tiró, no sufrió daño alguno.
Me puse de pie y salí de detrás del árbol. Me miró sorprendido, era obvio que no esperaba verme ahí. Me le acerqué y estire mi mano para entregarle su teléfono celular.
-¿Qué haces aquí? -me preguntó y recibió su celular.
-Estaba fumando y a la vez escapaba de la clase de Contaduría -le dije sin mostrarle importancia a mis palabras.
Una silenciosa lágrima cayó de su mejilla. Con una rapidez increíble, levantó su mano y la secó, se notaba que no quería mostrar su debilidad ante mí.
Tomé su mentón con mi mano e hice que me mirara. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, aunque estas no estaban dispuestas a salir.
-¿Y tú? -le pregunté.
-Lo mismo que tú, claro, excepto lo de fumar.. yo no fumo- respondió rápidamente.
-Perdona si soy metido, pero ¿Con quién discutias? -pregunté.
Ya sabía que estaba discutiendo con su padre pero, quería escucharlo de él, de sus labios.
-Con mi padre -dijo en un susurro -Aunque no tiene importancia, ya está.
-¿Te estaba amenazando con deshederarte si no haces lo que él quiere?.
Sus ojos se clavaron con los míos, aún con mi mano en la suave piel de su mentón.
-Si -musitó apenas -Siempre es lo mismo.
