•Capitulo 11•

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Tengo su mirada grabada con fuego. Es como un fantasma que jamás dejará de perseguirme. Durante días estuve intentando dormir aunque sea un poco, pero no lo conseguía. Todo se resumía en el. Él lo era todo para mi. Aún no podía creerlo, el simple hecho de tenerlo cerca mío era increíble, irreal, casi similar a un cuento de hadas. Giré incontables veces sobre mi cama durante todas las noches siguientes, siempre con una sonrisa enamorada en mi rostro. Mis reiterados suspiros iban siendo callados por mi amiga cada vez que se me escapaban. Realmente estaba enamorada como nunca antes me creí capaz. Su sola presencia borró absolutamente todo mal de mi. El era mi salvador.

El día de trabajo se tornaba normal, había poco movimiento de personas, solo tenía que acomodar un par de prendas.
Unas manos se posaron en mi cintura obligándome a voltear. Era Hye.
-Que mierda estás haciendo? - Solté empujándolo de mi.
Quien se creía que era este idiota? Acaso se creyó que después de lo que hicimos íbamos a tener una historia de amor? Lo miré con bronca, sentía asco de sus manos, no quería volver a ser tocada por el, nunca más.
-Que bello recibimiento- dijo de la forma más burlesca posible
Deseaba con todo mi ser lanzarle con algo en la cabeza, deseaba que desapareciera para siempre de la faz de la tierra. Deseaba que muriera.
-Solo venía a saludarte, Milena. Hace días no te veo, es como si intentaras escapar. Creo que no tienes opción, no puedes escapar. - dicho esto, un escalofrío subió sobre mi nuca.
Sus pasos iban acercándose a mi mientras yo quedaba inmóvil tras sus últimas palabras. Un beso rápido en las comisura de mis labios fue todo lo que hizo antes de irse. Mis ojos se llenaron de lagrimas y creo que ahí fue que pude volver a respirar.
Seguí mi trabajo con el nudo en la garganta y las ganas odiosas de derramar lagrimas. Mientras doblaba las prendas me imaginaba otro futuro, donde le hacía caso a mi mamá, pero automáticamente lo desterraba porque en ese futuro no aparecía Kim Taehyung.
Un "hola" de voz profunda me dejó estática. Podría reconocer esa voz aunque todo el mundo esté gritando a la vez. Esto estaba pasando de nuevo, su presencia estaba cerca mío otra vez. Solo procedí a darme la vuelta y mirarlo sorprendida, el siempre me sorprendía.
-Hola - fue todo lo que dije, creo que mi voz sonó chillona, estaba demasiado nerviosa en ese momento, no me lo esperaba. No esperaba que él esté en este lugar otra vez.  
Su mirada era tímida, no salían palabras de sus labios. Sus labios. Me quedé hipnotizada un tiempo indefinido mirándolos, la forma de corazón que plasmaba era una belleza digna de mirar, digna de besar. Sentí mis labios arder por un segundo. ¿Acaso había algo feo en este hombre? La respuesta automática que dio mi cerebro fue precisa y determinante: definitivamente no. Todo en el era perfección.
Comenzó a preguntarme cómo estaba, qué tal mi trabajo y demás cosas. Esto era irreal para mi, me sentía flotar, respondía con entusiasmo cada una de sus preguntas.
-Que es lo que te trajo a Corea? - su pregunta me dejó paralizada por un segundo. Mientras yo intentaba responder con una mentira, mi inconsciente respondía silenciosamente: me vine a Corea solo por ti.
-Vine a estudiar el idioma aquí- fue lo primero que se me ocurrió. Jamás había pensado en una porque jamás pensé que él me la preguntaría. Esta era la primera vez que le mentía al amor de mi vida. Me sentí mal en ese momento, sentí un apretón muy fuerte en mi pecho. Yo no podía decir la verdad, no podía ni siquiera nombrar una milésima parte de mi verdad. Eso sería cavar mi propia tumba.
Nuestra charla siguió fluida. Daba gracias a Dios de que no haya nadie más que nosotros dos en este lugar. Mis pensamientos pecaminosos se acrecentaban a medida el hablaba. Podía notarlo contento, esperanzado, siendo el. Yo solo lo miraba, prestaba atención a cada uno de sus movimientos. Todo a mi alrededor desapareció, solamente estaba el.
-Bueno, tengo que irme, solo pasé a saludar. Te veo luego- fue todo lo que dijo mientras se retiraba. Yo solo lo seguía con la mirada y una sonrisa instalada en mi rostro.
Antes de desaparecer, se dió vuelta y me regalo una sonrisa y un saludo con su mano.
Creo haber muerto en ese momento. Volví a respirar agitadamente una vez se había ido, podía sentirme eufórica de nuevo. Pegué saltos y gritos mientras tapaba mi boca. Estaba completamente emocionada. Estaba completamente enamorada. Era el, solo el. El era el único que podía borrar toda clase de angustia, toda clase de tristeza. Solamente él podía curarme de todo el dolor que yo misma me estaba provocando

Cartas de una sasaengDonde viven las historias. Descúbrelo ahora