•Capitulo 22•

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Diciembre 30. La emoción que sentía no la podía explicar, hoy era el cumpleaños del amor de mi vida, su primer cumpleaños junto a mi, el primero de tantos.
Si bien me hubiera encantado amanecer a su lado, las cuestiones laborales nos lo impidieron. A la noche tendría mi recompensa, le haría una pequeña cena y un pastel solo para disfrutar nosotros dos.
Ya en la empresa, me dispuse a mirar los movimientos del personal, estaban alterados por cierto error en las prendas, yo solo los observaba, mi mente vagaba a todo lo que podía preparar para la noche, debía ser especial.
Salí de allí aturdida por los quejosos lamentos de una asesora, iba a encaminándome rumbo a las salas de ensayo, definitivamente estaba loca por hacer eso, me sacarían corriendo, pero necesitaba estar lo más cerca posible de él. Mi locura me estaba conduciendo cuando de repente quedo estática, la maldita de Yoona estaba aquí otra vez, era sabido que no se iba a olvidar de su cumpleaños pero lo que menos espere es que venga hasta aquí y mucho menos, verlo a él ahí con ella. No estaban haciendo nada malo, solo estaban hablando, él se notaba cansado, ella estaba sonriente y yo estaba muriendo de celos. Cerré mis ojos y respiré hondo, no podía hacer una escena, no podía darle el gusto a ella de saber que me estaba afectando, no iba a ganarme de ninguna forma.
Un abrazo fue el detonante. Ella lo abrazaba más tiempo del necesario, él le correspondía sutilmente, no se asemejaba ni en sueños a los abrazos que a mí me daba. Jamás conseguirías esos abrazos, Yoona, jamás.
Alguien lo llamó y se fue, maldecí en mil idiomas, yo quería saludarlo pero por culpa de esa maldita había perdido mi tiempo y el se había ido. Ella siguió su camino hasta donde estaba yo, no me había visto y menos sé esperó que la tomara del brazo atrayéndola hasta la pared agarrando su cuello.
-Que te he dicho? Cuando vas a darte por vencida?
-Suéltame, idiota.
-Escúchame bien, lo dejas en paz o lo dejas en paz, no hay otra opción.
-Es mi amigo, no puedes impedir que venga a visitarlo y mucho menos que lo salude, nuestra relación siempre fue así, mucho antes de que tú llegaras, que te hace creer que puedes venir como dueña y señora de su vida?
-Yo soy la dueña de su vida, soy su novia. Tu eres solo su amiga, lo entiendes? Amiga. Acércate pero no te tires encima suyo, o acaso me ves la cara de idiota? Cuando tu fuiste yo ya vine, así que no intentes hacerme creer esas ridiculeces.
Mi agarre en su cuello estaba siendo demasiado fuerte, no me había percatado de eso hasta que la solté y pude ver marcas rojas. Ella acarició su piel y se fue mirándome asustada. Yo estaba asustada. Nunca había hecho una cosa así, nunca me había comportado de esa manera tan primitiva, tenía miedo de lo que me estaba convirtiendo con el correr de los días, tenía que tranquilizarme y respirar.

La noche llegó y junto a ella mi alegria. Besé cada parte de su rostro en forma de saludo, ¿me cansaría alguna vez de esto? Sabía que no, esto era lo que tanto había soñado, y ahora estaba siendo bendecida con tal presencia.
Nos dirigimos al comedor donde empezamos a degustar la cena. Él me contaba sobre su día, el ensayo, lo feliz que estaba, sobre los saludos y regalos que recibió, me habló de la visita de Yoona y yo quise tirar todo de un empujón, definitivamente estaba volviéndome loca, pero eso no quitaba lo embelesada que lo miraba, verlo feliz contándome todas sus cosas era mágico para mi, el era muy transparente, no podía ocultar nada, eso era lo que tanto amaba de él.
-Antes de que termine tu día quiero darte tu pastel.
Me encaminé hacia la cocina y volví con el pastel y una vela sobre el, mientras me acercaba iba cantándole el feliz cumpleaños, su mirada estaba iluminada, nunca olvidaría esa mirada.
-No te olvides de los deseos.- le dije con una sonrisa
-Ya tengo todo lo que quiero - me dijo y luego sopló.
Un abrazo cálido y un dulce beso en los labios siguió luego. Ese abrazo reconfortante del que jamás me cansaría, ¿como podía ser posible que unos brazos me hicieran sentir en mi hogar aun estando a miles de kilómetros? Es porque él es mi hogar, siempre lo sería.
-Amo tus abrazos, por favor, nunca le regales tus abrazos a otra persona que no sea yo.
-Nunca lo haría- me dijo dándome el mejor de los besos. Era su cumpleaños pero él estaba regalándomelo todo a mi.

Cartas de una sasaengDonde viven las historias. Descúbrelo ahora