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Cuando el cielo estaba a punto de perder su color, el concubino ciego sostenía la mano del príncipe en su camino de regreso al patio.

Xiao Bao le estaba dando a Yu Li una mezcla de carne para gato. Sin alzar su rostro, dijo, —a qué horas, ¿a dónde han ido a desenfrenarse?

Las pupilas de los ojos negros como azabache del príncipe se abrieron como platos, perfectamente redondos.

—¿¡Cómo es que hablas exactamente como mi hermano!?

Xiao Bao le lanzó una mirada, —señorito, no ose en compararme con aquel honorable noble.

Con la sonrisa a todo lo que daba, el concubino dijo, —Xiao Bao, se está haciendo tarde, dejémosle que se quede aquí y que coma con nosotros.

Xiao Bao desestimó rotundamente la idea, —no tengo tiempo de sobra para atender al señorito.

El concubino no tuvo la oportunidad para contestar cuando el príncipe dijo a gritos, —¡cómo te atreves! ¡Eres muy atrevido como para rebatir a su señoría!

Con prisa, el concubino dejó las cosas de lado.

—De acuerdo, de acuerdo. Mi estómago ya tiene hambre. Después de comer, hablaremos otra vez de esto, ¿sí?

El príncipe coloco de manera exquisita sus manitas blancas y tiernas en su espalda, y con un sonido de suficiencia, dijo, —¡siendo un príncipe, ni siquiera debería importarme el discutir contigo! ¡Dispón la comida!

Los ojos de Xiao Bao se abrieron todo lo que pudieron, "la extravagancia de este señorito es más de la que tiene el emperador".

Tomando en consideración la reputación del concubino ciego, tuvo que preparar la comida.

Poco después, regresó con puerco al vapor con arroz molido envuelto en una hoja de loto y berenjenas guisadas en una salsa espesa de soya, para colocarlos en la mesa.

El príncipe preguntó, —¿solo son dos platillos?

Xiao Bao contestó, —no, solo uno.

Y añadió, —el puerco al vapor es para su señoría, tú puedes comer las berenjenas.

El concubino ocultó su boca para esconder su sonrisa.

—Xiao Bao, no te pelees con un niño.

Tomó un pedazo del fresco y tierno puerco y lo colocó en el tazón del príncipe.

—Come despacio, no te vayas a quemar.

El príncipe volteó los ojos hacia Xiao Bao, lo enfrentó haciendo una cara divertida. Su pequeña mano alzó los palillos y comió lo que había al lado del tazón.

Lo único que pudo hacer el concubino fue sonreír, —este chiquillo es muy divertido.

No estaba moviendo sus palillos. En cambio, le interesaba más el servir una gran cucharada de sopa de algas marinas, llevarla a sus labios para enfriarla con soplidos. Después, se la acercó al príncipe.

Este bajó la cabeza para beber la sopa. Sorbo a sorbo, la engulló. Casi como un animalillo, dibujó una expresión muy linda y encantadora.

Después de que terminara la sopa, se lamió los labios y le dio palmaditas a su barriga.

—Esta es la primera vez que como acompañado en la misma mesa.

El concubino contestó, —¿es cierto eso?

—¡Ajá! —el principito asintió con la cabeza—. Hasta con mi hermano; no me he sentado con él en la misma mesa para comer.

Xiao Bao lo interrumpió, —¿qué hay de tu mamá? Seguro que te sientas con ella en la misma mesa para comer.

El concubino ciegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora