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Con todo lo que había pasado, el concubino se sentía como si se encontrara en medio de una tormenta, pasmado, inmóvil. Al cabo de unos instantes, las lágrimas comenzaron a correr; chillando tan fuerte hasta enronquecer y lastimar su garganta.

Sin poder hacer más, Xiao Bao le abrazó con fuerza.

El corazón del concubino estaba lastimado, partido en dos. Con lágrimas incesantes, hundió la cabeza en el regazo de Xiao Bao y se echó a llorar desgarradamente.

Sin mediar palabra, Jue Yu recogió los pedazos del pastel que habían quedado en el piso envolviéndolos en un pañuelo, tomó la caja que se hallaba sobre la mesa y salió.

El joven monarca se encontraba escribiendo en su estudio cuando se vio interrumpido por un sirviente del palacio, informándole que algo había sucedido en las habitaciones de la servidumbre. Su mano se detuvo y, alzando la vista, preguntó, —¿qué acabas de decir?

Con miedo se arrodilló y contestó, —su humilde servidor no pudo ignorar las noticias por parte del joven amo Jue Yu así que vino directamente a informarle. De acuerdo con estas, el joven príncipe también se encontraba cuando sucedió. Estaba asustado pero su nodriza lo llevó de regreso a su palacio.

Con todas sus fuerzas el emperador apretó el pincel hasta dejar sus dedos completamente blancos, —no sé por qué últimamente no salimos de una para entrar en otra —dijo con un aire de molestia.

Sin atreverse a decir algo más, el sirviente bajó la cabeza al ver su cambio de humor.

Dando grandes zancadas, el emperador llegó a las habitaciones de la servidumbre y entró en la dichosa habitación. Con los ojos desgastados e hinchados de tanto llorar y el cabello enmarañado, el concubino se hallaba boca abajo sobre un costado de la cama, sollozando, en completo silencio.

De solo verlo cualquiera podría llegar a sentir un dolor agudo en el corazón.

El joven monarca se inclinó, y con delicadeza acarició con los labios las cejas y párpados del concubino. Pero él no se movió, como si ya nada tuviese sentido, con la respiración lenta y suave.

Frunciendo los labios el emperador comentó, —te he perdonado, por todo lo que nos ha pasado, ya te he perdonado, así que no seas así.

Conteniendo la respiración, el concubino cerró lo ojos y le gritó, —¡vete!

—¿¡Qué!? —dijo sobresaltado.

¡No te quiero ver el resto de mi vida! ¡Vete!

Controlándose, su rostro se tornó frío, —quieres hacerme sentir mal, ¡hasta cuándo estarás satisfecho haciéndote pasar por víctima!

El concubino luchó para apartar la mano del emperador e inquirió con la voz entrecortada por el llanto, —gracias a ti... no se puede tener... una vida normal... —su garganta estaba destrozada, tanto que fue imposible terminar de hablar.

En ese momento la cortina de la habitación se alzó y por ella pasó Jue Yu. Colocó con toda la tranquilidad del mundo la caja tallada que contenía la comida en la mesa.

Xiao Bao corrió inmediatamente, —¿encontró algo?

Jue Yu echó un vistazo al cuerpo recostado del concubino, —hablemos afuera.

Los tres entonces salieron.

—Había veneno en el pastel, de hecho, toda la comida estaba contaminada, no solamente era el pastel de osmanthus.

Sin dar crédito, Xiao Bao se cubrió la boca con las manos y soltó una débil exclamación.

Jue Yu prosiguió, —el veneno no era mortífero, pero si era la dosis suficiente como para matar un gato, un perro, hasta a un niño. Sin embargo, el cuerpo del concubino es frágil y débil, y como aún no se ha recuperado del todo una sola mordida hubiera bastado para matarle.

El concubino ciegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora