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Por su propia cuenta el emperador fue a las habitaciones de servicio, alzó la cortina y se adentró al cuarto.

Recostado en el borde de la cama, el concubino ciego colgaba el brazo como si estuviese roto. Su rostro tenía una expresión abatida.

El emperador lo protegió contra su pecho, abrazándolo fuertemente. Y masculló, —Mu Yan, he sido injusto contigo.

Esa insensata disculpa llegaba siete años tarde.

El concubino permanecía quieto. Sus labios temblaron por un rato, —eso ya es pasado, Su Majestad no debe preocuparse por ello.

Inmediatamente el emperador alzó el rostro, —me has detestado por muchos años, conteniendo tu odio, ¿no es así?

Con mucha frialdad el concubino empujó al emperador para liberarse del agarre, —de todas formas no sería capaz de volver a mi estado original, ¿qué sentido tiene hablar de eso?

El emperador no podía decir nada. Sus manos ajustaban el abrazo, no estaba dispuesto a dejarlo ir.

—¿Por qué no llevas puesta la horquilla de jade que te regale?

El concubino respondió suavemente, —no estoy acostumbrado a usarla, la dejé por ahí.

El emperador bajó el rostro y después de un rato lo volvió a subir, —sea con lo sea que estés acostumbrado a utilizar, daré la orden para que se elabore y se traiga hasta acá.

El concubino sacudió la cabeza, —no me voy a acostumbrar a nada en este palacio. No quiero estar aquí.

La expresión del emperador cambió ligeramente, —no puedes salir del palacio, nunca te dejaré ir.

Cerrando los ojos, la desesperación se esbozó en el rostro del concubino.

El emperador no podía resistir verlo así, —soy sincero contigo. De ahora en adelante te protegeré. Te cuidaré. No permitiré que nadie más te haga daño.

En silencio, el concubino se quedó sentado; su cuerpo débil y delicado tembló de frío.

Los labios del emperador tocaron con delicadeza su mejilla helada, lentamente le dijo, —¿me... me perdonas?

Al escuchar el pedido del emperador, el concubino rio con profunda pena, —¡no! ¡Así tuviera que morir jamás te voy a perdonar!

Su voz salió por entre sus dientes; reuniendo todo su coraje.

El emperador se quedó callado, manteniendo el abrazo, negándose a dejarle ir.

Antes de irse, le habló de forma seria, —jamás te dejaré ir. Jamás de los jamases.

El concubino se quedó paralizado en la cama, con el rostro inexpresivo. Sus uñas eran las únicas que se hundían en su carne, ahora el centro de su palma sangraba.

Una vez que el emperador se fue, Xiao Bao entró apresuradamente, —amo, no se enoje con el emperador, está sufriendo en vano.

Lentamente el concubino se deslizó sobre la cama, poco a poco dejó escapar una risa, —ya no siento eso que llaman sufrimiento. Aquella vez sufrí el más profundo dolor... así que ya no puedo sentir algo como eso.

Al día siguiente el emperador regresó nuevamente a las dependencias de servicio. El concubino ciego estaba bajando de la cama y tanteando bruscamente buscó en la mesa contigua la tetera.

El emperador se adelantó y lo ayudó a encontrarla, tomándola la paso por encima de su cabeza, —con cuidado, está caliente.

Al escuchar su voz, el cuerpo del concubino se paralizó; bajando los brazos con lentitud.

El concubino ciegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora