19

10.5K 2K 1.3K
                                    

Al escuchar que venían del palacio, Jue Yu montó en cólera sin razón alguna.

—¡Lo sabía! Nunca hay cosas buenas que provengan de ese palacio —tomó la espada que se encontraba en la pared—, durante todo el tiempo que hemos estado aquí no ha habido ni un solo problema. ¡Y ahora resulta que vienen a buscar a alguien!

El concubino lo detuvo a toda prisa, —que tú solo pelees con tantos. Contamos con un grupo de niños, aunque no pienses en ti, piensa en ellos.

Jue Yu sostuvo con fuerza la espada, y después dijo, —saldré para echar un vistazo.

Ambos llegaron al centro del patio. En la puerta de este, se puso en fila una multitud vestida de negro. Los soldados llevaban colgando en sus cinturas las espadas. El líder de toda esta gente era uno con las cejas elegantes y mirada arrobada. Su rostro estaba en paz. Vestía una toga de brocado, bordada. En su talle llevaba una fina piedra de jade. En su mano no había ni espada ni sable alguno, únicamente un abanico plegable.

Al divisar a aquella persona, Jue Yu soltó una risa fría, —un espectáculo tan grande, y yo aquí preguntándome de quién se trataba.

El concubino no podía ver, por lo que preguntó a prisa, —¿quiénes son?

Jue Yu no le respondió. Fue aquella persona que al verle, abrió la boca y dijo, —¡soy yo!

El concubino escuchó esa voz y fue incapaz de contener su grito, —¡ah!

¿Por qué vino?

No pudo sino tener un ataque de histeria en el corazón.

¿Cómo supo que estaba aquí? ¿Fue el general Qi quien le dijo? Pero el general no haría aquello. Debía ser él, quien interrogó y obligó al general a que le dijese. "Me desaparecí por mucho tiempo, ni siquiera dejé una disculpa, ¿me odiara por aquello?".

En ese momento, hubo pensado muchas posibilidades. Cada una de ellas lograba que el corazón del concubino dejara de latir.

El emperador se adelantó y le dijo, —regresa conmigo al palacio.

El concubino se puso nervioso y se retiró, espetando, —no... ¡no puedo regresar!

La emperatriz Dowager no lo dejaría ser. Temía que si regresaba, todo fuera camino al desastre. Quizá, el general Qi y Xiao Bao también sufrieran la calamidad a su lado.

El rostro del emperador era frío e inexpresivo, —desapareciste de repente, durante días envié a gente para buscarte por todo el palacio, sin embargo, ni una seña tuya se vio. Sospeché que debiste de haber salido del palacio. Realicé una indagación con los guardias que estaban en la puerta para hacer guardia. Dijeron que aquella noche no hubo nada fuera de lo común. Después de dos días de ser torturados severamente, confesaron que Qi Sheng sobornó a los guardias de la puerta. Te escondió en el carruaje y te sacó del palacio.

El concubino se mordió los labios, su expresión se volvió lúgubre, —fui yo quien le rogó al general Qi que me sacara del palacio; por favor, Su Majestad, no culpe al general Qi.

El color del rostro del emperador cambió, y con palabras frías dijo, —en verdad ustedes tienen sentimientos mutuos y profundos. ¿Sabes qué me dijo Qi Sheng? Que todo esto fue su idea, que no tiene nada que ver contigo. Soportó su castigo de diez azotes y continuó neciamente sin decir exactamente adónde te trajo. Ustedes dos son la pareja cariñosa y desafortunada, ¡mientras yo soy el malo de la historia!

El concubino cayó con un "pum" para arrodillarse en el piso. Su cabeza golpeó la superficie fría y dura de la tierra, —fui yo quien juzgó mal a Su Majestad. He cometido un sacrilegio. Su Majestad, por favor, castígueme sólo a mí. Por favor, déjelos libres.

El concubino ciegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora