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El emperador ordenó que Xiao Bao regresase a las dependencias de servicio.

Fue guiado a las habitaciones por el jefe administrativo de los asuntos internos; en todo el camino de vuelta no dijo una sola palabra.

Cuando apenas había entrado al palacio, fue designado a servir en el palacio de la emperatriz Dowager. Debido a que era muy joven padeció de burlas y humillaciones, los gritos por ser golpeado y castigado todos los días eran cosa de nunca acabar. Y un día de invierno, la emperatriz solicitó que alguien fuese al palacio frío para vigilar a un indeseable. Ninguno de los sirvientes quería ir así que se lo dejaron a él. No comprendía nada, hasta el punto de que nunca antes había visto el rostro de la emperatriz Dowager. Simplemente fue llevado al palacio frío por un viejo administrador.

Una vez el concubino ciego le preguntó cuál era la fruta que más le gustaba comer.

Después de meditarlo le respondió que su fruta era la naranja.

A decir verdad, era un simple sirviente, por lo que en toda su vida no hubo comido muchas frutas. Hasta la fecha solo podía recordar el sabor de la naranja.

Hubo un momento en invierno que de camino al palacio frío recogió una, muy probablemente se había caído cuando las llevaban a la parte trasera del palacio. Rápidamente la levantó y la escondió en su manga, caminando apresuradamente de regreso al palacio frío.

Frente a la caldera, el concubino se encontraba abrazando a Yu Li para calentarse.

Estaban hirviendo agua, y eso hacía que el vapor que salía de la tetera moviera la tapa.

Dio un paso y le entregó la naranja, —amo, cómala.

El concubino le dijo, —cómela tú. Es muy raro conseguir una.

Negó con la cabeza, —deseo que el amo se la coma. En todo el invierno no ha comido ni una sola fruta, por eso su cuerpo no está bien.

Aceptó, —bien, entonces la compartiremos.

Después de decir aquello, peló la naranja y colocó cada uno de los gajos en la tapa de la tetera. El vapor que escapaba poco a poco por la tapa, calentaba cada uno de ellos.

El concubino tomó unos gajos y se los entregó, —ten, prueba.

Se los llevó a la boca y por arte de magia, explotaron liberando el jugo increíblemente tibio, acompañado por una fragancia dulce. Esa sensación haría a cualquiera conmoverse.

Con una sonrisa el concubino le preguntó, —¿rico?

Asintió vigorosamente con la cabeza.

El concubino le contó, —antes, mi mamá me daba de comer naranjas cuando llegaba el invierno, pensaba que eran frías y por eso no las comía. Pero ella las calentaba como yo lo hice. Me recostaba en su pecho y la veía pelar la naranja gajo por gajo para ponerlos en la tapa de la tetera. Observaba el vapor salir, calentando lentamente la tapa y los gajos en ella. Comer la naranja dulce y tibia durante el invierno es algo que no se puede comparar con nada.

El concubino y él han estado juntos por muchos años, y en todo ese tiempo el concubino no se ha enojado ni una sola vez con él. Es más, cuando se enfada, el concubino agota todas las ideas para encontrar la manera de reconfortarlo.

Juntos han criado y alimentado a Yu Li. Disfrutado del sol en el pequeño patio. Platicando despreocupadamente. Sentados tranquilamente hasta que el sol se ocultara tras la montaña.

Amaba cuando el concubino dibujaba una sonrisa.

La vida en el palacio frío fue difícil, sin embargo, pensaba que fue la época más feliz de su vida.

El concubino ciegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora