Capítulo 10: Veneno

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10-Veneno

**Soujun**

Apenas ha amanecido cuando abro los ojos poniendo todos mis sentidos alerta al oír pasos por el pasillo. Miro hacia la cama donde Starrk aún duerme y salgo con sigilo de la habitación andando hasta llegar a la cocina donde encuentro a Haruka tapado únicamente con un camisón que le llega hasta las rodillas y descalzo. Aún puedo oler la esencia y el aroma de Kenpachi sobre su cuerpo aparte de su veneno. En cuanto me acerco y él me ve, puedo ver cómo se sobresalta ligeramente para luego suspirar.

-Eres tú...pensé que Kenpachi ya habría vuelto-

- ¿Dónde está? ¿su deber no es estar a tu lado? -

-Habrá ido a la capital a por ropa y comida para mí. Lo prefiero, porque así podemos hablar- le sonrío cuando me ofrece sentarme a su lado y observo cómo sus ojos me miran detenidamente antes de sonreír algo avergonzado.

-Soujun...somos familia ¿verdad? - asiento entrecerrando los ojos y espero a que siga hablando. –Cuando te vi ayer sentí que algo se removía en mi interior. No conocí a mis padres...pero en la granja siempre me hablaban de que me parecía mucho a mi madre-

-La granja...- Haruka abre los ojos dándose cuenta de que ha hablado de más. –Una de las granjas para mestizos ¿cierto? - veo como frunce los labios a la vez que los puños.

-Granja número 715. Efectivamente una de las muchas granjas para hijos nacidos de una relación entre humano y demonio. Viví allí hasta hace un año apenas-

- ¿Por qué hiciste un pacto con un demonio si tú llevas sangre demoníaca también? - Haruka me mira con esos ojos tristes que me hicieron removerme al conocerle y agacha la cabeza sonriendo con pesar.

-Porque es el único que puede tocarme y sobrevivir...-

**Haruka**

--Flashback—

Desde que empecé a entender el mundo que me rodeaba, supe que yo no era normal. De niño ya sabía que era hijo de un demonio y un hombre humano los cuales me habían dejado en esta granja para empezar mi aprendizaje como futuro demonio mestizo y servir al ejército del inframundo. No extrañaba mucho a mis padres porque con todos los hijos mestizos se hacía lo mismo. Separarles de sus madres nada más nacer y dejar que los criaran en granjas. Al principio lo acepté, así como mi maldito poder. Tenía las necesidades de un humano por una parte y por otra necesitaba saciar mi instinto demoníaco. Mi habilidad es destilar veneno cuando me excito, ya sea por alegría, enfado, deseo, placer o euforia, cualquier mínima excitación, hace que mi cuerpo emana un veneno que al contacto mata enseguida a mis presas. Pronto descubrí que podía matar a cualquiera con ese poder, pero que también me impedía recibir una simple caricia o ser amado por alguien que no fuera un demonio. Incluso mis compañeros mestizos empezaron a repelerme a medida que mi poder fue creciendo así que me resigné a estar solo y seguir mi entrenamiento sin rechistar.

Hasta que un día, unos exploradores samuráis se perdieron por el camino y terminaron en nuestra granja. Los cuidadores no querían que los humanos sospecharan sobre nosotros así que aparentamos ser una aldea normal actuando como humanos corrientes. El que lideraba el ejército, un hombre enorme y poco agraciado físicamente, con múltiples heridas en su rostro de batallas, se fijó en mí cuando salí fuera de la casa para coger agua del pozo. Al principio me asusté ante su presencia, pero en cuanto me hizo una reverencia mi miedo desapareció completamente.

-Hacía años que no veía una mujer tan hermosa- me sonrojé molesto porque me confundiera con una chica, pero con mi yukata y mi pelo largo, la verdad es que bien parecía una mujer. - ¿Me permites que te ayude? -

"Carne débil"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora