Olvida el mundo, esto es de dos

5K 520 548
                                    

Un hombre estaba muriendo. Su hijita, la más pequeña era la única que le mostraba un amor desinteresado y se encontraba a su lado.

—Hija mía, sigue siendo siempre buena y piadosa. Yo velaré por ti desde el cielo, y me tendrás siempre a tu lado. Sé feliz, se feliz querida mía. Tú eres mi mayor tesoro.

Esas fueron las últimas palabras que dijo el padre de SanRen. La niña de ocho años negaba con la cabeza con enormes lágrimas en los ojos.

— ¡No, no! ¡Papá! No me dejes sola. ¡POR FAVOR, NO!

En el funeral, la niña no dejaba de llamar a su padre con la esperanza de verlo levantarse lleno de energía. Deseaba que abriera los ojos.

Sus dos hermanas mayores de ojos blancos y su madre, BaoShan SanRen, miraban aquella tumba con frialdad.

Los padres de SanRen se divorciaron cuando tenía tres años. BaoShan le otorgó la custodia de la pequeña Alfa a su ex esposo, ya que para ella, era una niña inútil que sólo se dedicaba hacer travesuras de un lado a otro. La consideraba poca cosa al no tener los ojos blancos como sus otras hijas. Pues quienes nacían con ese color, se les consideraban unos genios. Aquellos que tenían ojos comunes, eran etiquetados como inútiles y debían seguir las órdenes de los más fuertes e inteligentes.

Después de la muerte del hombre, SanRen fue obligada a vivir con su madre y sus dos hermanas malvadas.

Fue un infierno. Esas mujeres la trataban más como una sirvienta. No era vista como una hija ni como hermana. Cuando no hacía algo bien, le pegaban y encerraban en el sótano sin darle comida ni agua. SanRen obtuvo una horrible apariencia y los sirvientes de BaoShan no hacían nada para ayudar a la menor.

La pequeñita se sentía como la Cenicienta; la diferencia es que no vendría un hada madrina que le auxiliara con su varita mágica ni un príncipe que la sacara de ese infierno.

Hasta que un día, en el mercado, conoció a dos niños que estaban comprando manzanas. Uno de ellos se veía bastante tímido pero el otro era muy alegre. Parecían hermanos, sin embargo, el niño más bajito y de facciones más finas tenía ropas viejas.

A SanRen se le rompió la bolsa y cayeron sus frutas. Los Omegas le ayudaron a recoger las manzanas.

—Niña, ¿cómo te llamas? — pregunto el Omega más bajito.

—Adiós— SanRen salió corriendo. A su madre no le gustaba que se tardara tanto.

Claro, la niña llegó sólo un minuto tarde y recibió varios golpes en la cara.

La menor estaba tan triste que salió corriendo llorando fuera de su casa con la intención de escapar pero sin saber dónde ir. Chocó con el Omega que conoció en el mercado.

—Hola niña bonita. ¿Por qué lloras?

—No te importa.

— ¡Wow! Mira esa herida que tienes en la frente. Ven...

El niño tomó su mano y la llevo en la mansión de enfrente.

—Suéltame...

—Hay que limpiar esa herida — una vez que llegaron en la sala, el niño fue a buscar un botiquín y una sirvienta se acercó al Omega —. Me alegra que estés aquí, por favor, dile a FengMian que deje de hacer su tarea y que venga ayudarme a consolar a la señorita sin nombre.

La mujer asintió con una dulce sonrisa y fue a buscar a FengMian.

El Omega se sentó a un lado de la Alfita y le limpio la herida con cuidado.

¿Quién arruino mi vida?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora