Lágrimas de dos familias.

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— Mamita, él intenta tocarme siempre. No me dejó pero sigue queriendo hacerme cosas feas. No me agrada.

En vez de recibir consuelo, un abrazo, un beso en la mejilla, recibió una fuerte bofetada. Las lágrimas salen rodando por sus mejillas rosadas. La mamá de la niña se saca el cinturón, la tira al suelo y la golpea con ello.

La pequeña lloraba no de dolor, si no de tristeza e impotencia. No puede creer que la mujer que la cuido estos años, que se hacia llamar su madre  la estuviera golpeando porque su padrastro prefiere tocarla a ella.

— ¡Tú eres la asquerosa! ¡Asquerosa! ¡Él no me ve por tu culpa! ¡Tú tienes la culpa de que él no me quiere ni ver! VETE DE AQUÍ Y DEJA DE ARRUINAR MI MATRIMONIO. VETE DE AQUÍ. ASQUEROSA.

— ¡Con gusto me iré!

La niña se fue corriendo ignorando todo el dolor que recibió por parte de la adulta . Su corazón estaba hecho en pedazos. Si tan sólo, si tan sólo fuera como en las películas donde el bien triunfa sobre el mal, y los padres protegen a sus hijos sobre todas las cosas.

Se supone que los padres deben de cuidar de sus pequeñitos con dientes y uñas, sin importar sacrificar sus vidas. Ese debe ser el papel de los seres que los trajeron al mundo, protegerlos.

¡Falso! La habían engañado. Los adultos son egoístas, siempre piensan en ellos. Todos son iguales con tal de obtener lo que quieren, no les importa en sacrificar la felicidad de sus hijos, incluso la vida.

La suerte de tener los ojos blancos, era que podía engañar a quien sea a su antojo, ganando la lastima de todo el mundo. El mundo le enseñó que ser alguien noble solo es tragedia e infelicidad.

Cuantas personas cayeron en sus mentiras. Menos un niño con una cinta en la frente, pues la vio saltando y jugando con un gatito.

El niño la llevo a su casa y le ofreció algo de comida. Había otro infante que también fue amable con ella. Ese niño al igual que ella no tuvo una muy buena vida.

Los padres de él se golpeaban entre ellos todo el tiempo.

El padre le daba patadas, puñetazos a la pobre mujer. A veces la arrastraba por toda la casa mientras la tomaba por el cuero cabelludo.

Ella arrojaba cosas, rompía el objeto más cercano hasta incluso llego a encerrar a su marido en la azotea para que pasara la noche ahí mismo.

Ambos traían a sus amantes en casa y no les importaba estar acaramelados con esas personas delante de su hijo. El pequeño se acostumbro llegar a casa y ver alguno de ellos en el suelo oliendo a alcohol o sangrando.

Lo peor de todo es que ambos adultos siempre le reclamaban al menor sus errores pequeños, y siempre buscaban la excusa perfecta para golpearlo y castigarle. Lo humillaban, lo culpaban de ser unos fracasos, incluso decían que ojala no hubiera nacido. Incluso le decían que al ser un Beta lo hacia un mediocre. Que los Betas en realidad no son nada. Si no tenían aroma, no podían atraer a nadie y se morían solos. Siempre le hacían pensar que nadie lo iba a querer por ser un Beta, por no tener aroma, porque ni si quiera iba a marcar a alguien ni ser marcado. Era un Beta inútil, un ser vivo que simplemente estaba para ocupar una silla vacía, como darle oportunidad a alguien de triunfar mientras él fracasa.

No le agradaba los adultos, todos eran malos. Los odiaba y prefería estar lejos de ellos. Hasta que un día, la desastrosa familia fue invitada a una fiesta. Los padres estaban ebrios y regañaron a su hijo frente a todos por dejar caer un plato, lo arrastraron al auto y se retiraron.

Al estar los dos borrachos, comenzaron a discutir, insultarse y no prestaban atención a la carretera.

El auto chocó contra otro.

¿Quién arruino mi vida?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora