Capítulo 29 "Gard"

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Y ahí estábamos. Laila, Henrrieta y yo. Caminando directamente a la sala del Gard. Mi nerviosismo estaba aumentando, me sudaban las manos y los latidos de mi corazón estaban acelerados. Estar frente a cientos de Nephilim de los que nunca he “leído” en mi vida, y que jamás de los jamases imagine llegar a ver realmente.

-¿Te encuentras bien Celeste? –Dijo Henrrieta volteando a verme. –Te ves pálida y nerviosa.

-Hummm… Claro que estoy nerviosa, pero por lo demás me encuentro bien. Es que… no quiero que cuando entremos todos se nos queden viendo. Mira como ando, ropa blanca. Eso significa luto para ustedes. Estoy muy destapada para mi gusto. En cambio todos ustedes se visten de negro. ¿Cómo quieres que no me ponga nerviosa? – Exclamé riéndome de mi misma.

Henrrieta me sonrió.

-No entraremos por la puerta principal. No me gustaría interrumpir tan drásticamente la sesión. En cambio entraremos por una de las puertas traseras.

Con lo que me dijo Henrrieta me tranquilice bastante. Pero no sirvió para que mis manos dejaran de sudar.

-Oye Henrrieta, ¿Puedo hacerte una pregunta?

-Sí, adelante.

-¿Por qué dices apellidarte Garroway? ¿No debería ser Graymark?

-Utilizo ambos. –Me dijo encogiéndose de hombros. –Yo, a diferencia de los demás, tengo una doble vida. Verás… Yo voy a la escuela mundana, tengo amigos mundanos; ellos no saben que soy una Cazadora de sombras. Y por la noche, cuando regreso al instituto, Laila me está esperando para ir a entrenar o a cazar demonios.

-¿En serio? ¡Eso es genial! Pero, ¿Por qué lo haces?

-Mmm… pues, porque me gusta. Nuestra familia ha vivido así desde hace varios años. Siempre somos muy amigos de los subterráneos o los mundanos. Yo pienso que no somos muy diferentes los unos de los otros.

Henrrieta habló con tal convicción que me hizo admirarla inmediatamente. Entre Jocelyn y Luke hicieron un buen trabajo en educar a sus hijos y descendientes de tal manera. Nephilim que no se creen superiores.

Llegamos al final del pasillo. Frente a nosotras estaba una puerta pesada de metal con inscripciones de runas. Talvéz runas de protección.

-¿Listas? –Preguntó Laila.

Asentí con la cabeza y apreté fuertemente mis puños.

La luz proveniente de los majestuosos vitrales nos alumbró. El sol comenzaba a ponerse y eso hacía embellecer la iluminación y colores de la gran habitación llena de Cazadores de sombras. Los asientos estaban colocados de la forma en que lo hacen en los estadios, así todos pueden ver el centro. Ahí en el centro se estaba una gran alfombra con una runa angelical dibujada en oro. Pero encima de ella, había tres estatuas de ángeles. El de la izquierda acunaba ambas manos, pero en ellas no tenía nada; el ángel de la derecha tenía las dos maños extendidas, ofreciendo la Espada Mortal; y en el centro otro ángel más grande alzando la Copa Mortal hacia los cielos.

-Es tanta la belleza de esta sala que da miedo. –Dije en voz baja, pero lo sufrientemente alta para que Henrrieta y Laila escucharan.

Ellas no me hicieron caso. Prestaban atención a lo que decían las otras personas al frente de la sala. Fijé mi mirada al fondo, donde se encontraba una gran mesa con sillas. Nadie estaba sentado en las sillas, en cambio, solo vi a dos personas. Una mujer en túnica negra, con varias arrugas, de cabello color chocolate y canas en las raíces. A la par suya un hombre alto, aparentaba unos 40 años. Cabello negro, largo, lacio y de ojos azules. Tenía un buen aspecto. Estaban hablando de algo, pero no supe de que exactamente.

Cazadores de Sombras, más allá de los libros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora