22. Rotas las banderas por la pasión
Si alguna vez he dado más de lo que tengo,
Me han dado algunas veces más de lo que doy,
Se me ha olvidado ya el lugar de donde vengo,
Y puede que no exista el sitio a donde voy.
A las buenas costumbres nunca me he acostumbrado,
También en el infierno llueve sobre mojado,
Lo sé porque he pasado, más de una noche allí,
En busca de las siete llaves del misterio.
Lo bueno de los años es que curan heridas,
Lo malo de los besos es que crean adicción.
Joaquín Sabina –Siete Crisantemos
La luz atravesó el sueño de Taina mientras percibía el aroma a sal que se impregnaba en su piel y sentía entre sus pechos lo que se había convertido en el símbolo de su amor, el octágono. Buscó a Ryuu con la mirada, pero rápidamente fue consciente de su ausencia. Se vistió lo más decorosa que pudo con las prendas que encontró, que fue una camiseta de Ryuu y sus pantalones. Ni siquiera se preocupó en ponerse un sostén, era bueno sentir la libertad de vez en cuando. Al cruzar frente a un espejo notó el desastre que era su cabello pero tampoco le importaba peinarse.
Se dirigió al puente de mando y no lo encontró, así que subió a la plataforma y lo descubrió recostado del barandal en la proa. Estaban en mar abierto, no había rastro de tierra por ningún lado y no sintió miedo como aquella vez, más bien fue paz.
—Buenos días —dijo con algo de vergüenza al recordarse gemir bajo ese hombre.
—Bueno días querida —contestó él sonriendo levemente y atrayéndola hacia él. El desorden de su cabello le resultó gracioso pero era gratificante disfrutar de Taina recién levantada, con todo y el despeine.
—Quiero desayunar tallarines —dijo Taina rememorando su anterior visita al barco.
—Vas a ponerte gorda como una morsa —bromeó. Ryuu la tomó de la mano y fueron a preparar la primera comida del día. El pelirrojo lucía algo cansado y distraído, Taina sintió un poco de culpa por haberlo mantenido despierto toda la noche. No precisamente en actos pasionales, sino hablando sobre intimidades y disfrutando de su compañía mutua.
Aunque lo que pululaba en la mente de Ryuu era algo muy distinto a lo que ella creía.
—Tai —dijo mientras desayunaban—, partiremos temprano, quiero que hagamos algunas cosas hoy.
—Está bien —contestó ella. Por primera vez se sentía plena y feliz. Finalmente encontró la manera de continuar su existencia y dejar atrás los tristes recuerdos. En ese momento decidió empezar una nueva vida con Ryuu a su lado, nada podría ser mejor que eso.
—¿Esta rico? —preguntó Ryuu al verla pensativa. Ella se encogió de hombros y con sonrisa traviesa selló sus labios—, vamos Tai, no seas tramposa. Admite que cocino como un dios. —Ella negó con la cabeza divertida— ¿Ah no? Tú lo pediste. —Las manos de Ryuu se posaron despiadadamente alrededor de la cintura de Taina y antes de poder sospechar algo, él ya la había atacado.
—¡No, no, no! —gritó la chica tratando de escapar.
—Admítelo.
—Déjame —Pero las cosquillas solo aumentaron su ritmo sacando lágrimas alegres de sus ojos—, Ry... Ryuu por... por favor... —exclamó jadeando.
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20 años, cosidos a retazos ©
ChickLit***EDICIÓN COMPLETA CON LA VERSIÓN 2015*** ***Novela finalista en la categoría chick lit: en ascenso en los premios watty 2014*** ***Primera parte de la bilogía Katharsis*** Ella odia que la toquen... Una noche descubre que tiene un admirador secret...