35. Estos dedos que sueñan que te desnudan

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Yo no quiero comerme una manzana,

Dos veces por semana,

Sin ganas de comer.

Yo no quiero calor de invernadero,

Yo no quiero besar tu cicatriz,

Yo no quiero parís con aguacero,

Ni te quiero sin ti.

Yo no quiero saber por qué lo hiciste,

Yo no quiero contigo ni sin ti,

Lo que yo quiero, muchacha de ojos triste,

Es que mueras por mí.

Joaquín Sabina –Versos extraídos de "Contigo"

Paris

La ciudad del amor.

—Sí, como no —murmuró la dominicana con ironía al observar una de las estanterías de los quioscos de la semana de la moda francesa.

—¿Qué sucede? —le preguntó Sora, que al igual que ella esperaba a Bast—, ¿Ya no crees en el amor?

—No en Francia —contestó arisca la chica. Llevaba aun el tupido maquillaje del último desfile y algunos hombres la miraban con particular interés.

—Creo que ya ha sido suficiente, es tiempo de que superes eso —dijo el barbudo con indiferencia.

—Disculpa, no sabía que ¡Mi problema! Te molestaba. Permíteme largarme a otro lado a donde no pueda fastidiarte. —Se giró bruscamente pero el calvo la detuvo.

—No seas extremista, no me refiero a eso —le espetó—, ¿No es algo injusto que odies Francia y a todos sus habitantes por una idiota?

—Tal vez —admitió la chica—. Pero no puedo evitarlo. —Sora bufó.

—Deberías intentar conocer a otras personas, el mundo no se reduce a tu exnovio. —Taina suspiro, «Si pudiera» pensó para sí.

—¡Los camerinos son un desastre! —exclamó Bast colgándose del cuello de su novio.

Pronto se dirigieron al auto que Sora alquiló. Como ya es sabido, estos novios son inseparables y Sora se ingenió una manera de inventar una excusa que lo mantuviera fuera de sus responsabilidades laborales al menos por seis días para estar junto a su querida Bast en las pasarelas parisinas.

Llegaron a un bar, Taina estaba exhausta pero al igual que su amiga, no tenía desfile al día siguiente, por lo que decidieron disfrutar.

—Mañana iremos al Louvre —mencionó Taina con un vodka entre las manos.

—Si no aprovechamos mañana quizá nunca lo visitemos —agregó la pelinegra.

Aunque era bastante tarde, el trío se mantuvo en el auto, manejando y conociendo un poco de la ciudad. Sora no tomó para evitar accidente y antes de que alguien pudiera darse cuenta, Taina ya estaba nadando en cerveza otra vez, que últimamente en ella, era muy habitual. Se dedicaba a disfrutar la vida de fiesta en fiesta, de concierto en concierto... Su vida social había dado un vuelco y su tiempo, ahora lo dedicaba a salir a cada bar o discoteca.

"Le chat" donde se encontraban, era una taberna pequeña con decorado de la Francia de mediados de siglo XX. En medio del humo y el fuerte olor a alcohol, Taina sintió que le faltaba el aire por lo que huyó de allí dando tumbos. Se alejó unos metros y se recostó en una esquina. Sentía culpa por lo de Amelie, pero tal y como dijo Koshiro ¿Quién le aseguraba que no había sido el mismo karma que le cobró a la francesa? Dios, la alquimia, el equilibrio de la vida o como se llame esa entidad le quitó a ella lo mismo que le quitó a Taina ¿Acaso no era eso justicia? ¿No era recuperar el orden natural?

20 años, cosidos a retazos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora