27. Si lo que quieres es vivir cien años, vacúnate contra el azar

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27. Si lo que quieres es vivir cien años, vacúnate contra el azar

Duele verte removiendo,

La cajita de cenizas que el placer,

Tras de sí dejó,

Mal y tarde estoy cumpliendo,

La palabra que te di cuando juré,

Escribirte una canción.

Un dios triste y envidioso,

Nos castigó,

Por trepar juntos al árbol,

Y atracarnos con la flor de la pasión,

Por probar aquel sabor.

Joaquín Sabina – "Amor se llama el juego"

Inconsciente.

Funámbula.

Exánime.

Taina.

El amanecer llegó a la ventana de la chica, quien despertó completamente consciente del hueco en su pecho. Se vistió y salió a aclarar sus oscuros pensamientos y sin saber cómo, acudió al lugar que fue testigo de su primer beso con Ryuu.

El parque.

Aún era muy temprano por lo que se encontraba vacío. Tomó asiento en el mismo banco y rememoró aquellos momentos, su imaginación proyectó al pelirrojo a su lado como una figura holográfica y le sonrió con tristeza. Opacó el sonido de la ciudad recién despierta con sus audífonos mientras observaba el principio del otoño: seco, árido y muerto... tal y como quedaba ella. Las hojas sin vida empezaban a caer, dejando a los arboles convertidos en tétricas formas fantasmales, como el cadáver que estaba hecho su corazón.

Los recuerdos de la mejor época de su vida, ahora solo eran la sombra de una latente agonía. Siempre creyó que Ryuu era demasiado bueno para ella, que quizá no lo merecía... pero no podía negar lo desgarrante que era renunciar a lo único que le había hecho feliz.

Tal vez era mejor no pensar en nada y quedarse allí hasta que la parca misma decidiera que era su tiempo. Podía sentir el collar entre sus pechos, el recuerdo palpable que le probaba que no había sido un sueño hermoso o una terrible pesadilla, había sido real.

La noche fue un suplicio, no quería estar despierta y recodar. Así que luego de una rápida visita a la farmacia, alcanzó a Morfeo sobre las píldoras somníferas. No podía dejar de llorar y se odiaba por no poder controlar la sensación de vacío que dejó la ruptura con Ryuu, irremediablemente se había aferrado a él, uno de esos errores que había jurado nunca cometer.

Apagó su celular y se desconectó del mundo, solamente sabía que ya no tenía ganas de vivir.

Cuatro días después, Koshiro se enteró de lo acontecido a través de Amelie, buscó a Mei y se pusieron en acción de inmediato. No se extrañaron en no tener noticias de ella ya que a veces se pasaban días sin saber el uno del otro, la rubia asumió que estaba muy ocupada recuperando el tiempo perdido con su novio y no quería entrometerse.

Al llegar al apartamento, llamaron a la puerta con desesperación y no recibieron respuesta. Los amigos se miraron asustado y volvieron a intentar. Taina era hermética, prefería sufrir en soledad que compartir sus penas y ellos lo aceptaban, pero no lo entendían.

—¡Tai! —gritó Koshiro tocando la puerta violentamente—, ábreme. —Sin embargo, a través de la gruesa puerta de madera no se escuchó ningún sonido— Intenta llamarla a su teléfono otra vez —le ordenó a Mei, ella procedió a obedecer temblorosa.

20 años, cosidos a retazos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora