32. Veinte años de príncipes azules, que se marchaban antes de llegar

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32. Veinte años de príncipes azules, que se marchaban antes de llegar

Yo tenía un botón sin ojal,

Un gusano de seda,

Medio par de zapatos de clown.

Una nuez o Bocado de Adán,

Menos una costilla.

Mi aguijón, mi Gioconda, Mi Wendy

Las damas primero,

Mi escondite, mi clave de sol, mi reloj de pulsera

Yo quería escribir la canción más hermosa del mundo.

Les presento a mi abuelo bastardo,

A mi esposa soltera,

Mariposas que cazan en sueños los niños con granos

Cuando sueñan que abrazan a Venus de Milo sin manos

Frente al cabo de poca esperanza arríe mi bandera

Si me pierdo de vista esperadme en la Lista de espera

Joaquín Sabina — Versos extraídos de "La canción más hermosa del mundo"

—¡Mama tengo hambre!

—Hay una ensalada esperando en casa para cuando termine la audición.

—Un par de hojas de lechugas no van a quitarme esta hambre.

—Pero cuidará tu peso, ¿Acaso quieres engordar? —La robusta señora regañaba a su pequeña hija. Era una joven de algunos quince o dieciséis años, delgada y alta. Y aunque se tragara todo un festín, Taina no podía creer que esa chiquilla pudiera engordar.

—Pobrecilla —le susurró Isis al oído—. Su hermana me ha dicho que la encontrando fingiendo dormir en la cama, pero lo que hace es esconderse para comer bajo las sabanas, su madre le tiene una dieta estricta. El refrigerador y la despensa están cerrados con candados y solo puede comer bajo la supervisión de su mamá.

—¡Pero ni siquiera llega a las cien libras! —exclamó espantada Osiris.

—Lo sé, según las críticas ella se perfila como una de las modelos más importantes de esta época. A su corta edad ya ha modelado en New York, Londres, Berlín, Milán, Paris, España y en lugares que ni siquiera yo conozco. Es muy buena, pero su madre la presiona demasiado. —Isis y Osiris observaron la cadavérica joven que se recostó de una pared para no desfallecer de hambre.

—¡Oye Neftis! —le gritó a la chica— ¿Me ayudarías a repasar un par de posturas? No se cómo posar para esta audición.

—Claro. —Neftis se levantó sin muchas fuerzas y durante unos minutos se quedaron bajo la vigilante mirada del pitbull que tenía por madre la chica.

—¿Me acompañas al baño? —dijo Taina con naturalidad. Al llegar cerró la puerta con cuidado—. Toma, come. —Le pasó un sabroso emparedado de carne, la chica con los ojos hundidos en sus cuencas lo miró como si fuera el primer alimento que veía en meses.

—Gracias... —Sin importarle ninguna norma de higiene, Neftis mordió el emparedado y se encerró en uno de los cubículos del baño. Minutos después la puerta se abrió dramáticamente y la madre apareció.

—¿Neftis? —La niña bajó la cadena del baño y salió inocentemente.

—¿Qué sucede mama? —Se dirigió a lavarse las manos, especialmente para borras las evidencias.

20 años, cosidos a retazos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora