16. Aprender a cortarse la cabeza

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Viajando del jamás al "queseyo"

Por los suburbios de la luna.

Conserje de la torre de babel,

Rapsoda de burdel,

Que busca en todas y en ninguna.

Telarañas en la ropa,

Tigres en el balcón,

Alacranes en la boca,

Miedo en el corazón.

Maldito seas Satanás,

Quítate el antifaz,

Que en este espejo no cabemos los dos.

Joaquín Sabina Y Fito Páez –Versos extraídos de "Delirium tremens"

—¿Qué es lo que harás Ake?

—¡Déjame pensar Ayame! —La castaña estaba alterada, su perfecto rostro nunca se había crispado con la mueca de preocupación que ahora tenía. Nunca había sufrido el rechazo y uno solo uno, dos rebotes.

Más que de preocupación era motivo de alerta roja, que la gaijin le ganara un hafu era insultante. Pero no poder lograr que Hyrachi siquiera la mire era un golpe demasiado grande para su ego. Descubrir el noviazgo de ese par y la persecución de esa chica hacia su senpai, todo en la misma semana le estaba provocando un paro cardiaco y muchos granos en la cara.

—Con Ryuu solo hay una cosa por hacer —dijo Sayura con la expresión excitada con la idea de hacer que esos dos terminen e ignorando completamente la otra inquietud de Akegino.

—¡Nadie hará nada hasta que yo no lo decida! —exclamó Akegino fuera de sus casillas. Ryuu ni siquiera le gustaba, pero la dominicana había empezado una cruzada en su contra y no podía permitir que una extranjera pasara por encima de ella.

El problema radicaba en que su principal objetivo era Hyrachi, él tampoco le gustaba pero le demostraría que a una mujer como ella, no se le podía ignorar.

—¿Entonces qué Ake? ¿Lo dejaremos que sean felices para siempre? —terció Ayame masticando sonoramente una goma de mascar.

—Por ahora sí —murmuró cavilando—, tengo cosas más importantes que hacer que preocuparme por Ryuu y la anormal esa. —La prioridad era su tutor, Ryuu y su noviecita podían ir y venir en su cuento de hadas, hasta que se le ocurriera un plan.

"Mi Hyrachi" recordó y se enfureció tan solo de imaginárselos juntos.

* * * * *

Ese día habían quedado para estudiar en casa de Ryuu.

La palabra nerviosismo le quedaba pequeña. La chica de negras lunas se movía de un lado al otro en el taxi que la conducía a la dirección que el pelirrojo le había dado. Le aseguró que sus padres pasarían toda la tarde en reuniones, así que no estarían en casa. No sabía si sentirse aliviada o aterrada, sin los padres lo más seguro es que estuvieran solos. Ya estaban acostumbrados a ello, pero ahora Ryuu estaría en su territorio y eso, quizá cambie un poco su actitud.

Lo que realmente le aterraba era conocer a los padres de su novio y Ryuu no tardó en percatarse, por eso eligió el día que sus padres se iban a jugar tenis al club toda la tarde.

El taxi se detuvo frente a una casa enorme. Parecia bastante antigua y de estructura sólida.

—Señor ¿Está seguro de que es aquí?

20 años, cosidos a retazos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora