Capítulo XXXI

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Despierto con el sonido de mi despertador. Saco una mano de debajo de las sábanas para apagarlo y me incorporo lentamente. Siento que estuve durmiendo durante años, ni siquiera recuerdo haberme ido a la cama. Bajo los pies y me recorre un escalofrío al pisar el suelo helado, es como si no lo hubiera hecho en años.

Mi habitación luce distinta a como la recordaba. De nuevo, es como si no hubiera visto todo esto hace mil años. Los posters de las paredes me parecen desconocidos, así como todos esos artículos de colección con temática de los Pokemon. Incluso mi cama se siente extraña, y no se debe sólo a que es el colchón heredado de mi hermano.

Todo es tan extraño… Por más que lo intento, no recuerdo haberme ido a la cama anoche. Tampoco recuerdo haber estado en casa, no recuerdo haber hecho los deberes… Volver del colegio, cenar en familia, ducharme, ver la televisión con mamá y mi hermano, sacar a mis Pokemon para que estiraran las patas… Es tan extraño…

— ¡Perla, se te hace tarde!

Cuando mi madre comienza a llamarme, significa que me quedan poco menos de diez minutos antes de que pase el autobús del colegio. ¡Tengo que correr!

Me detengo en seco cuando tengo una mano sobre el pomo de la puerta de mi habitación, que por cierto está pintado con esmalte para uñas para asemejarse a una Pokebola, cuando por mi mente pasa el vago recuerdo de un avión con destino a Phoenix.

Phoenix…

¿Qué tiene Phoenix, además de que es ahí donde anualmente se realizan los eventos de la Asociación de Entrenadores Pokemon Americana?

Como sea, ¡se hace tarde!

Voy corriendo a mi habitación cuando salgo de la ducha y tomo el uniforme del colegio que está colgado en un perchero. Siempre está a la vista, mi hermano lo sugirió. Dice que podría perder mi cabeza si no la tuviera pegada al cuello. Nuevamente me detengo cuando estoy abotonando la camisa blanca. A mi mente llega el recuerdo de un pijama con la forma de un disfraz sexy de Vulpix y una sesión de fotos con la cámara digital que siempre llevo en mi bolso del colegio.

¿Un pijama sexy de Vulpix?

¿De dónde sacaría yo semejante cosa?

— ¡Perla!

¡Se hace tarde!

Casi tropiezo a la hora de calzarme los zapatos. Cepillo rápidamente mi cabello y salgo pitando de mi habitación con el bolso bajo el brazo. Tengo que volver para empacar también mis Pokebolas. Growlithe, Vulpix, Ponyta, Charmander y Cyndaquil siempre van conmigo al colegio, aunque no es uno de esos institutos de la Elite que…

La Elite…

¿Por qué de repente siento un gran odio hacia la Elite?

Como sea, a mis Pokemon no les está permitido ir al colegio y es por eso que siempre los llevo dentro de sus Pokebolas. Apuesto a que si Diamond fuera conmigo, me metería en problemas por no querer… ¿Diamond? ¿Qué narices es un Diamond?

— ¡Perla, el autobús!

Salgo corriendo de mi habitación sin siquiera hacer la cama.

¡Es tarde!

Entro cual bólido en la cocina y tomo una rebanada de pan tostado para untarla con jalea, de fresas y hecha en casa. Mi madre es una gran cocinera.

—Te ahogarás —dice David cuando devoro el pan tostado.

Hago un mohín y beso la mejilla de mi madre para salir por la puerta de la cocina y correr.

Pokemon IV: La Cueva de UmbreonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora