Capítulo XIV

1.8K 136 44
                                    

     No puedo pensar en nada que no sea el agua helada que me cala hasta los huesos. Por más que intento subir, la corriente me arrastra hacia el fondo. Algo se enrosca en mi tobillo derecho y comienza a tirar de mí con fuerza. No puedo ver lo que es, pero estoy segura de que lo que me sujeta es un tentáculo.

     Comienzo a quedarme sin oxígeno.

     Necesito salir para tomar una buena bocanada de aire.

     La corriente es mucho más fuerte que yo.

     Con lo último que me queda de consciencia alcanzo a sentir un brazo delgado que se enrosca al rededor de mi pecho. El tentáculo no me libera y, a decir verdad, parece ser mucho más grueso ahora. Como si fuera la cola de un Pokemon. El brazo que me sujeta consigue llevarme hasta el agujero por el que caí.

     Tomo una enorme bocanada de aire que me devuelve de golpe la consciencia. Aún tengo medio cuerpo metido en el agua, mis manos se han tornado de un ligero color azul y veo aparecer un poco de escarcha en algunos mechones de mi cabello. 

     — ¡Perla!

     Esa es la voz angustiada de James. Me toma por los hombros y me ayuda a sacar mis piernas del agua. Ese tentáculo o lo que sea sigue sujetándome. Siento una punzada de dolor cuando algo consigue cortarlo. Por el rabillo del ojo veo que son las hojas navaja de un Yvisaur. Mi tobillo sangra.

     — ¿Estás…? ¿Estás bien…?

     Es Sheryl quien habla. 

     ¡Se ha vuelto loca!

     Fue ella quien saltó para salvarme. Se ha quitado toda la ropa abrigadora, sólo trae puesta una delgada blusa de color celeste y ceñidos pantalones de color blanco. ¡Incluso se sacó los zapatos! Su piel adquirió una leve tonalidad púrpura. Sus labios resaltan, se ven más gruesos y oscuros. Eso no puede significar nada bueno.

     —Por todos los cielos, Sheryl… —se queja Skyler enfurecida, Sheryl pone los ojos en blanco—. ¡Pudiste haberte matado!

     —No eres mi madre —le responde Sheryl y estira una mano para alcanzar su ropa.

     No tirita en absoluto.

     Parece que no tiene frío.

     O quizá sólo lo controla muy bien.

     Skyler también pone los ojos en blanco y devuelve a Yvisaur a su Pokebola. James me envuelve en un abrazo, su cuerpo se siente cálido y agradable. Harumi se nos une y comienza a frotar mis brazos para devolverles el calor. Mis Pokemon salen de sus Pokebolas para hacernos compañía. Cyndaquil se recuesta en mis rodillas y Growlithe se echa justo a mi lado. Ponyta acaricia mi mejilla con su nariz y Charmander también me da un fuerte abrazo. Diamond salta para colocarse en mi regazo. Flareon irradia suficiente calor desde donde está, pero quisiera que se acercara un poco más.

     —Tu tobillo, debemos curarlo —dice Sheryl luego de subir la cremallera de su chaqueta color crema.

     ¿No es peligroso quedarse con esas ropas mojadas en un sitio tan frío?

     Mewtwo se acerca y cura mi tobillo con sus habilidades para sanar heridas. No me dirige la palabra, pero igual le agradezco con una sonrisa.

     — ¿Qué era esa cosa que estaba sujetándome? -pregunto con voz ronca.

     —La cola de un Dragonair —responde Skyler.

     — ¿Un Dragonair? —pregunta Harumi.

     —Y no era nada amigable —sigue Skyler—. Quería llevarte al fondo.

     —Bueno, con este frío cualquiera se volvería temperamental —dice James.

     —El inútil de tu hermano debió advertirnos que habría especies tan agresivas por aquí  —se queja Sheryl mirando a Harumi con el ceño fruncido.

     No sabía que un Dragonair pudiera considerarse como una especie agresiva. He conocido a varios Dragonair, todos ellos siempre han sido amigables.

     — ¿Podemos largarnos de aquí? —pregunta Sheryl y se abraza a sí misma 

     Creo que comienza a resentir el frío. 

     —Sí, debemos buscar un sitio para descansar y para que tú te cambies esa ropa mojada —dice Skyler como si fuera una madre furiosa.

     Mamá...

     Cuando tenía siete años, fuimos a visitar a una vieja amiga suya. La tía Audrey, solía llamarla así porque me obsequiaba dulces y juguetes cada vez que me veía. La tía Audrey vivía en Santa Barbara, en una casa enorme con piscina. Y aquella noche en especial hacía un frío espantoso. Durante todo el día fue así. Recuerdo que hice una rabieta por no poder jugar con mi nuevo flotador. Era muy lindo, tenía la forma de un Shellder gigante. Estaba tan furiosa con mi madre que esa noche mientras ella y la tía Audrey dormían, salí con el flotador para jugar en la piscina. Caí al agua y pasé dos semanas en cama a causa de un grave resfriado. Cuando mi madre escuchó que había alguien en la piscina, salió corriendo para sacarme. Me envolvió con una toalla, me abofeteó y luego me dio uno de esos abrazos únicos e irrepetibles. Nunca olvidaré su expresión desconcertada, angustiosa, sus lágrimas corriendo por sus mejillas y su voz diciéndome a gritos que nunca volviera a aterrarla de esa manera. Yo no sabía nadar y de no ser por ella, posiblemente me habría ahogado.

     Creo que nunca he reparado en lo importante que es mi mamá para mí…

     —Perla…

     James me abraza ahora de una forma diferente. Debo parecer entristecida pues él busca consolarme en lugar de devolver el calor a mi cuerpo.

     — ¿Qué pasa, Perla? —pregunta Flareon.

     Me levanto para alejarme de James, de Harumi y de mis Pokemon. 

     No quiero que me vean llorar así que les doy la espalda.

     —No quiero descansar —le digo a Skyler con firmeza.

     —Podría ser peligroso que ambas se queden empapadas —insiste ella.

     —No me importa —le respondo—. Debemos llegar con Umbreon cuanto antes.

     —Perla…

     — ¡Dense prisa! —les ordeno levantando la voz.

     Echo a caminar hacia adelante.

     ¿A quién le importa si pescamos un resfriado? 

     Todo lo que quiero es volver a ver a mamá.

Pokemon IV: La Cueva de UmbreonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora