Capítulo XII

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     Me lanzan a un suelo cubierto de agua. Es de piedra, siento cómo comienzan a sangrar mis rodillas. Tengo los ojos vendados y las manos atadas tras la espalda. La sangre brota todavía de mi boca gracias a los golpes que ese bastardo me dio. ¿Cómo espera que alguien colabore así? ¿Cómo pretende que sepa dónde diablos está mi hermano?

     —Dios santo, niña. ¿Estás bien?

     No sé quién habla, pero es la voz de una mujer. Alguien desata mis manos y me quita la venda que cubre mis ojos. Se coloca frente a mí y acaricia mis golpeadas mejillas con las manos. Tiene largo cabello castaño, ondulado. También está golpeada, igual que yo.

     — ¿Dónde estoy?  —le pregunto.

     —No lo sé, niña —me responde—. ¿Cómo llegaste aquí?

     —Lo único que recuerdo es que… Estaba en casa y… Unos sujetos entraron, querían saber dónde estaba mi hermano… Desperté en otra habitación donde un sujeto me golpeó por no querer entregar a mi hermano y… Supongo que debí desmayarme…

     —Pero, si eres pequeña —dice la mujer y levanta mi barbilla con un dedo—. ¿Qué edad tienes?

     —Catorce.

     —Eres una niña todavía. ¿Cómo es que te han involucrado en esto?

     Se nota el dejo de tristeza.

     —No lo sé —respondo y suelto un sollozo—. Quiero volver a casa.

     Me envuelve en un fuerte abrazo.

     — ¿Cuál es tu nombre?  —me pregunta.

     —Jamie. Jamie Harrison.

     Acaricia mi cabello.

     —Me recuerdas a mi hija, Jamie.

     — ¿Hija?

     —Mi hija, Perla, también está desaparecida.

     — ¿Qué pasó con ella?

     —Fue a un evento de Entrenadores Pokemon en Phoenix. Desapareció, nadie la ha visto. Me han encerrado aquí para que Perla aparezca.

     —Eso significa que… Mi hermano… ¿Vendrá por mí?

     Alguien abre la puerta y me toma por los cabellos para sacarme a rastras. Escucho a esa mujer gritar que me liberen, que me dejen tranquila. Pero entonces siento ese golpe en mi cabeza y de nuevo, caigo en la inconsciencia.

 

     — ¡¡Jason!!

     Me ha costado demasiado entrar a La Sede, más de lo normal. Usualmente basta con exigir que se abran las puertas para que se me permita entrar, pero esta vez ha sido distinto. Tuve que encargarme de los vigilantes, digamos que ha quedado suficiente de ellos para organizarles un funeral.

     Así comprenderán que no deben meterse conmigo.

     — ¡¡Jason!!

     Ella lleva a rastras a una niña castaña. La lleva sujeta por el cabello. ¿Qué pasa con esa maldita lunática? Se supone que debemos mantener vivos a los prisioneros hasta que Cobby y sus amigos aparezcan, esa niña parece estar muerta.

     — ¿Roosevelt?  —dice cuando me mira.

     —Sí, soy yo. ¿Pensabas que no iba a volver luego de dejarme abandonada en esa maldita isla?

     —Le habrías hecho un favor a la Elite de haber muerto ahí —me dice y suelta a la niña para acercarse a mi—. ¿Cómo entraste? He dado instrucciones de que ni tú ni tu hermano pueden entrar.

     — ¡Mi hermano murió, maldita zorra! ¡Mewtwo asesinó a Max!

     — ¿Y por qué no te ha matado a ti?

     Quiero asesinarla.

     — ¿Por qué no fuiste por nosotros?  —le reclamo enfurecida—. ¡Se supone que estamos juntas en esto!

     —Tú no eres nada comparada conmigo, Roosevelt. Yo soy una de los Ocho Líderes y tú eres sólo… Una de esos lacayos.

     Le doy un puñetazo y ella escupe sangre.

     —He hecho más cosas de lo que tú podrías hacer, Jason. Te advierto que no me quedaré con los brazos cruzados.

     Me retiro, ella tan sólo me apuñala con la mirada.

     Salgo por entre las puertas destrozadas de la entrada, hay sangre por todas partes. He hecho un desastre, pero ellos se lo han buscado.

     Él me está esperando afuera, oculto detrás de un árbol.

     — ¿Cómo salió todo?  —me pregunta.

     —Cierra la boca. Avanza, tenemos que hacer un largo viaje.

     Me obedece sin reclamar nada.

     Sigue siendo nuestro pequeño títere.

     Ahh, Jay Jason…

     No sabes el problema en el que estás metida… 

Pokemon IV: La Cueva de UmbreonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora