ESPECIAL: En la Piel de Skyler | Prólogo

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Como dije esta semana, si llegabamos a 1K de leídos en esta parte de la historia para el viernes entonces subiría una sorpresa para todos. Esa meta se cumplió el jueves, me parece, así que lo prometido es deuda. Hoy les traigo un adelanto de En la Piel de Skyler. Espero que les guste. Recuerden que si se juntan las 50 preguntas en el capítulo anterior de La Cueva de Umbreon, mañana estará el apartado de preguntas y respuestas para interactuar con los personajes. Si no, entonces nos vemos el lunes con el capítulo XII ;)

     El primer recuerdo que tengo en la vida es de la primera vez que sostuve una Pokebola.

     Siempre que le cuento a alguien lo que sucedió ese día, me dicen que es imposible recordar algo acontecido a la tierna edad de los primeros tres años de vida. Pero, aunque eso sea lo que ellos crean, yo lo recuerdo perfectamente.

     Fue en mi cumpleaños.

     Recuerdo que toda nuestra familia se reunió en el Gimnasio Pokemon de mis padres, aunque supe muchos años después de qué se trataba todo eso de los Gimnasios. Todos iban vestidos con sus mejores conjuntos. Era una costumbre de nuestra familia, siempre comprábamos conjuntos especiales para asistir a las cenas de cumpleaños. Recuerdo que las decoraciones de ese día eran de distintos tonos de azul. Recuerdo que mi vestido era de un bello tono. Azul marino. Mismo que después corté en retazos para hacer una blusa cuando tenía trece años. Mi madre estaba embarazada, recuerdo que su barriga se veía tan grande y abultada que mi padre solía bromear diciendo que se había tragado a mi hermana menor.

     Durante la cena se sirvieron los platillos favoritos de la familia. Yo no tenía un paladar muy fino en ese entonces. En realidad, jamás lo he tenido. Pero como yo no podía decidir qué platillos comer ese día, decidieron darle el gusto a todos. Mi padre siempre fue un gran cocinero. La montaña de regalos fue aumentando su tamaño con el paso de los años, pero aquél día parecía ser la más grande del mundo. Muñecos de felpa, nuevos vestidos, todo tipo de cosas. Mi obsequio favorito fue un cobertor que tenía pintadas las huellas de varios Pokemon. De Tipo Agua, claro.

     Todos comenzaron a cantar la canción de feliz cumpleaños. Mi padre me levantó en sus brazos para dejarme a la altura del pastel de cumpleaños. Mi madre lo había cocinado, por supuesto. Era enorme y el glaseado mostraba el dibujo de un Staryu gigante, rodeado por algunos Goldeen fabricados con dulces. Las velas de cumpleaños eran de color azul. Se apagaron las luces y mi padre retiró el cabello de mi rostro, diciéndome:

     —Apaga las velas y pide un deseo. Pero debes pensarlo muy bien y querer con todo tu corazón que ese deseo se cumpla.

     Me besó la mejilla y yo esperé a que todos terminaran de cantar para apagar las velas de un soplido. Cuando las luces volvieron a encenderse, todos aplaudieron y silbaron. Recuerdo que incluso el Golduck favorito de mi padre estaba en la fiesta, se acercó a mí para acariciar mi rostro con una de sus manos. Hacía cosquillas.

     Tuve la oportunidad de sostener el cuchillo para cortar la primera rebanada de pastel. Lo que hice fue cortar el trozo donde estaba uno de los Goldeen y lo puse con torpeza en un plato. Una vez que tuve mi propio trozo de pastel, mi madre comenzó a repartirlo con el resto de nuestros invitados. Se movía con torpeza, recuerdo que días después nació mi hermana menor.

     Todos comían pastel y decían que estaba delicioso.

     Claro que lo estaba, pero a esa edad es cuando todos los dulces nos parecen la comida más deliciosa de la vida.

     Mi padre sacó algo de su bolsillo entonces. Era una pequeña caja de regalo envuelta en brillante papel de color azul, decorada con un moño blanco. Me la entregó y dijo:

     —Este es el mejor regalo que podemos darte, mi niña.

     Emocionada, retiré el papel brillante y abrí la caja.

     Dentro había una Pokebola.

     Era de colores blanco y rojo, demasiado grande incluso para sostenerla con mis dos manos. La miré por un momento y vaya que la reconocí. Sabía que los Pokemon de mis padres salían de esferas idénticas. Mi padre solía llevarlas en su cinturón de cuero marrón.

     — ¿Qué es esto?  —le pregunté.

     Sabía lo que era, pero aún no conocía su nombre.

     —Es una Pokebola —dijo mi padre.

     — ¿Una Pokebola?

     —Es el inicio de la mejor aventura de tu vida —dijo mi padre—. Esa Pokebola no es como las que tenemos nosotros. Está vacía.

     — ¿Y el Pokemon?

     —Eso deberás conseguirlo tú. Con tu esfuerzo, hija. Cuando llegue el momento, iniciarás tu propia aventura. Seguirás con la tradición familiar de los Crown. Serás una Entrenadora Pokemon igual que todos nosotros.

     Besó mi mejilla de nuevo.

     Fue aquél día, cuando escuché las palabras de mi padre y tuve la Pokebola en mis manos.

     Ese día supe que llegaría lejos.

     Que me convertiría en la mejor Entrenadora Pokemon del mundo.

Pokemon IV: La Cueva de UmbreonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora