Veinte.

330 44 6
                                    

Por favor, no me veas

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Por favor, no me veas. No me veas. No me veas.

Sostenida de una rama superior y con ambos pies apoyados en la rama que significaría su libertad, Pax cerró los ojos con fuerza, esperando que la frondosidad del árbol fuera suficiente para hacerla invisible.

No quería ver el momento en que el soldado se acercara al árbol, mirara a su alrededor y su atención cayera en Pax. Le dispararía. La mataría en un segundo sin mediar palabra. Podía oír los pasos acercarse, el sudor cayendo por su espalda y frente. Su corazón latiendo con fuerza.

—¡Beckett! —gritó una voz diferente a la que había hablado antes. Esta era más fuerte, más autoritaria—. ¿Qué haces? ¡Vuelve a tu puesto!

Pax se permitió abrir los ojos, girando la cabeza hacia el soldado Beckett. En la vereda de enfrente, junto al compañero original, se encontraba un hombre más robusto y calvo. Beckett volteó de inmediato ante el llamado. Estaba tan cerca de las rejas negras que Pax no se movió ni un centímetro. No podía arriesgarse a que la oyeran.

—¡Sí, Señor! —replicó Beckett, cruzando la calle.

El pecho de Pax bajó temblando ante el suspiro que soltó aliviada. Siguió con la mirada a Beckett llegar hasta las otras dos figuras y cómo estas giraron para perderse en una esquina. Sonrió. No podía creer lo que acababa de vivir. Había estado tan cerca de ser descubierta...

Empujó la felicidad a un costado para concentrarse en el objetivo: la biblioteca. Esperó varios minutos, observando las calles de ambos lados hasta asegurarse que los únicos soldados que quedaban eran los mismos que había atisbado al comienzo, los que estaban del otro lado del parque. Aquellos que ingresaban y salían de las casas buscando por más víctimas. Pax sabía que ante tal distancia no la oirían, pero igual debía andar con cuidado y ser lo más rápida posible.

Caminó por la rama, ayudándose con la superior para mantener el equilibrio y, una vez que cruzó las rejas, se dejó caer. El sonido de sus botas tocando el cemento resonó un instante y su corazón se detuvo, mordiéndose el labio inferior debido al dolor agudo en la pierna. Miró hacia ambos lados hasta cerciorarse que no la habían oído y cruzó la calle agachada.

Se topó con las puertas elegantes de madera, abrió una solapa sin problema y se adentró al silencio sepulcral de la biblioteca. Cerró la puerta, observando los detalles del edificio boquiabierta mientras se apoyaba en ella para recuperarse del dolor. Las lámparas estaban apagadas, pero la luz del exterior que ingresaba por las ventanas superiores y grandes iluminaba las largas filas de estantes de libros. La biblioteca en sí no era grande, pero bajo la magia de los rayos de sol, se asemejaba a un castillo.

Sacudió la cabeza. Debía concentrarse.

Si bien visitaba la biblioteca con regularidad, jamás se había interesado por la sección de Biología. Ahora, revisar estante por estante significaría una pérdida de tiempo valioso. Sus ojos cayeron en el escritorio de la biblioteca y lo rodeó, rengueando, hasta sentarse frente a la computadora. La encendió y esperó paciente a que la pantalla se iluminara. Una vez que se cargó, buscó entre las carpetas algo que le indicara los libros que había en cada una de las secciones y dónde estaban.

Sonrió orgullosa cuando halló una carpeta con un archivo que enlistaba exactamente lo que buscaba. Se detuvo cuando atisbó la palabra «Biología» y recorrió con la mirada la sub-lista del título.

Plantas medicinales y venenosas del nuevo mundo.

Si Bellamy estuviera allí, se habría sorprendido ante su rapidez.

Memorizó el nombre y el número de la sección. Se puso de pie sin perder tiempo y se apuró en dirección a la fila de estantes. Caminó entre hileras e hileras de libros, sin perder el objetivo de su mente.

Se detuvo ante el estante que buscaba y apoyó los ojos en los lomos de los libros hasta encontrar el que buscaba. Lo tomó, sorprendida de lo pesado que era. Tomó asiento en el suelo. La portada del libro era verde con un dibujo variado de flores y plantas, claro. Abrió el índice y buscó el nombre de la planta que Harper le había dicho: Flovena.

Su corazón latió con fuerza cuando lo encontró. Abrió la página 116, donde se encontró con una foto de la flor de pétalos amarillos, era pequeña e indefensa. Jamás habría imaginado que podía causar tanto dolor.

Junto a la imagen se encontraban las características y, en la hoja contigua, la solución al veneno:

Si bien la flor Flovena es reconocida por su potente veneno, aún no se ha encontrado una solución a largo plazo. Los biólogos más reconocidos del país aún están luchando por hallar una cura. Sin embargo, existe un recurso que logrará alivianar el dolor y eliminará los síntomas por, al menos, tres meses: Ginkphyo.

El remedio Ginkphyo puede conseguirse en la farmacia más cercana a su domicilio. Garantizará unos meses ajenos al dolor de la fiebre aunque el veneno siga corriendo por su sangre.

No cabe duda que nuestros biólogos están haciendo lo mejor posible para encontrar una cura a esta flor mortal.

Releyó el párrafo una vez más. Dos veces. Tres veces.

No podía creer lo que estaba leyendo. Aquel veneno no tenía cura. Por más que lograra conseguir el remedio en una farmacia, Bellamy tenía el destino sellado.

Las lágrimas se acumularon en sus ojos de inmediato.

—No llores —se dijo a sí misma. Pero ni siquiera esto fue suficiente. Pronto sus mejillas estuvieron mojadas por las lágrimas. Lloraba por frustración, rabia y tristeza—. Basta —repitió, pasando las manos por sus ojos—. Basta —repitió.

Tomó aire.

Debía conseguir el remedio y esperar lo mejor.

Guardó el libro en su mochila antes de ponerse en pie y salir de la biblioteca.

Fuera la recibió el silencio.

Desde donde estaba, sobre las escaleras, no atisbó ningún soldado. A estas alturas, tampoco le importaba. Su mente estaba empeñada en recordarle lo que había leído en el libro. ¿Podía ser que estuviera equivocado? Esperaba que sí. Esperaba que cuando le mostrara a Harper lo que decía, ella le contara que su padre había encontrado una solución y había olvidado mencionárselo.

Caminó en silencio. Había visto una farmacia en la cuadra siguiente, por lo que se encaminó allí y no se sorprendió cuando encontró los vidrios rotos y los remedios desperdigados por el suelo como la farmacia de Victor.

El solo recuerdo de Victor y la noche que había pasado allí, consciente, luego de que Bellamy la hubiera salvado, le creó un vacío en el pecho.

Lo ignoró.

Se dirigió detrás del mostrador, adentrándose en la sala donde guardaban todos los remedios y buscó el Ginkphyo.

No sonrió cuando lo encontró.

Lo guardó en su mochila y se encaminó hacia la casa.

Vagary I || Bellamy BlakeWhere stories live. Discover now