Uno.

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Pax movió la cortina blanca del living, lo suficiente para observar la calle desolada como un cementerio, quieta como una pintura y silenciosa como un velorio

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Pax movió la cortina blanca del living, lo suficiente para observar la calle desolada como un cementerio, quieta como una pintura y silenciosa como un velorio. Sintió un escalofrío recorrerle la espina dorsal.

Era un lindo atardecer de invierno como aquellas que solía adorar antes del caos. Cuando el sol alumbraba a través de las nubes, luego de días de lluvia y cielos grises, salía con sus amigos o su familia. El invierno no era su estación favorita, pero ir a una cafetería cálida era de sus actividades más preciadas.

—Cierra la cortina, Pax —ordenó su madre detrás de ella en un tono bajo y autoritario.

Pax obedeció, girando sobre sus talones para tomar asiento en el sillón bordó más cercano. Eleanor estaba sentada en el sofá, con un cigarrillo entre sus dedos y mordiéndose la uña del pulgar. No recordaba la última vez que la hubiera visto fumar, por lo que sabía que estaba más preocupada de lo quería dejar ver. Su cabello oscuro como el de Pax, corto, a diferencia del de su hija que casi le tocaba la cintura, estaba enmarañado; no era inusual. Aunque mientras el cabello de Eleanor estaba desordenado por el estrés, el de Pax parecía vivir en el desorden, entre mechones rizados. Grandes bolsas oscuras colgaban bajo los ojos de su madre, enmarcando el color esmeralda que Pax había heredado mucho más oscuro; tanto que al verlos de lejos todos creeían que eran marrones. A pesar de estos detalles, se parecía mucho a Eleanor, por más que lo hubiera negado de pequeña. Había heredado la nariz respingada, el rostro ovalado y los pómulos altos.

—Estoy segura que Isa llegará en cualquier momento —susurró Pax en el silencio, incapaz de continuar mirando a su madre carcomiéndose por dentro mientras su pareja se encontraba vaya a saber dónde.

Eleanor sacudió la cabeza, dándole una pitada al cigarro.

—Le dije que no fuera a trabajar —repuso, levantando la mirada hacia el televisor sin sonido. Habían decidido que lo mejor era no llamar la atención. Pretender que no estaban en casa. En la pantalla, una mujer hablando mientras a la derecha podía verse el caos en la ciudad principal de Virginia. Las calles atestadas de protestantes, fuego por parte de estos, agua por parte de los soldados—. Debería haber llegado ya hace una hora. Se suponía que nos iríamos —continuó.

Pax le prestaba atención, pero no podía quitar los ojos de la televisión. Estas últimas semanas habían sido terribles en Virginia y el resto de Estados Unidos. Los ciudadanos del país y del resto del mundo estaban a tanto de los cambios climáticos extremos. Era difícil ignorar los inviernos intensos pero cortos y los veranos que causaban incendios en zonas forestales difíciles de apagar. Había comenzado como pequeñas protestas para exigir al Gobierno una solución por todas las vidas perdidas ante estas catástrofes, pero no obtuvieron respuesta alguna. En su lugar, los periodistas habían filtrado información extra-oficial respecto al número de muertes en todo el mundo, las altas y bajas temperaturas, el derretimiento del hielo y la extinción de animales. Esto fue la gota que derramó el vaso y, lo que antes eran protestas básicamente pacíficas se tornaron en miles de personas dejando sus casas para incendiar la ciudad en busca de una mínima solución.

Vagary I || Bellamy BlakeWhere stories live. Discover now