El mundo como Pax Wilder lo conoce, ha dejado de existir.
Tras las protestas cada vez más violentas de los ciudadanos en Estados Unidos, el Gobierno decide tomar medidas drásticas y los soldados atacan las ciudades, matando, abandonando y capturando...
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Giró la cabeza cuando un sonido llamó su atención. Caminó con cuidado hasta los escalones del porche, esperando ver a alguien que conociera. Su corazón se detuvo cuando notó una patrulla acercándose por la calle siendo la única fuente de luz en la noche.
Mientras su mente se adormecía, su cuerpo pareció despertarse de una pesadilla y la obligó a agacharse detrás de las barandas blancas cubiertas por masetas que taparían su silueta si se les ocurría mirar hacia su dirección. Abrazó sus rodillas, hundiendo la cabeza entre ellas, esperando que la patrulla siguiera de largo, que no la hubieran visto de pie en el porche.
El sonido de la patrulla se acercó a ella, erizándole los vellos de la nuca. Sintió que volvería a vomitar allí mismo cuando el ruido del motor en lugar de alejarse, se detuvo en el exacto lugar donde se hallaba. Los soldados estaban a metros de distancia. Podían bajar del vehículo y matarla sin mucho esfuerzo.
Su respiración se cortó. Levantó la mirada, desesperada por encontrar un escape, pero el porche era pequeño y los soldados la verían salir. Tampoco podía ingresar a la casa porque también la atisbarían. Además... No quería ver el cuerpo de Monnie otra vez. Cerró los ojos con fuerza, aceptando que ese era el final de su camino. Si no la mataban, tal vez la llevarían con su madre. Volvería a verla... No le importaba qué hicieran con ella mientras se reuniera con Eleanor al final del camino.
Para su confusión y sorpresa, oyó la patrulla alejarse. Giró la cabeza lo suficiente para ver la calle y no podía creer que el vehículo estuviera deslizándose calle abajo. Sintió un peso desvanecerse de su cuerpo, como si otra vez tuviera control absoluto sobre él. Esperó a que la patrulla doblara la esquina para ponerse de pie, apoyando la mano en la baranda con temor a caerse. Su boca abierta, buscando recuperar el oxígeno perdido.
Ahora sí, se dijo a sí misma, es hora.
Bajó los escalones del porche, observando con cuidado cada centímetro del vecindario, en caso de que la patrulla fuera a aparecer nuevamente. Mas, la recibió un silencio glacial. No dejó que los escalofríos y el grito en su mente de que se escondiera en un lugar seguro la dominaran. Tenía un plan y lo ejecutaría.
Primero, debía llegar a la farmacia.
Mientras caminaba hacia la misma dirección por donde había llegado la patrulla, Pax contempló las opciones respecto a lo que podía encontrarse una vez en el centro de la ciudad. Este no era grande, generalmente tranquilo aunque, luego de ver las protestas por la televisión, dudaba que estuviera en buenas condiciones. Y, aún así, debía comprender que podía no ser la única persona viva. Quería creer que alguien también estaba luchando por sobrevivir, que le arrebataron la vida como lo hicieron con ella y ahora estaba buscando a sus familiares. No podía ser la única persona en todo Virginia.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por un relámpago que cruzó el cielo oscuro, iluminando por segundos la depresiva ciudad y haciendo que Pax diera un respingo. Miró a su alrededor asustada, en caso de que alguien la hubiera atisbado en el segundo de luz. La respuesta fue el sonido de un trueno seguido de pequeñas gotas que crecieron de forma abundante.
