[Capítulo 21]

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21.

Minutos más tarde, por fin habíamos llegado al edificio. Literal, el viaje me había dejado cansada y con un dolor de cabeza insoportable.

Mi papá tras ayudarme a bajar las maletas, le pagó al taxista para que se fuera.

La urbanización daba era miedo, ¿ok? Porque estaba súper solo, no habían estrellas y mucho menos luna en el cielo porque había tiempo de lluvia, y aparte de que eran casi las once de la noche, había una fría brisa súper fuerte.

La escenografía se prestaba para grabar una película de terror, obviando que yo no quería ser la protagonista.

Cuando entramos a la torre, nos encontramos con las puertas del ascensor de par en par y una escandalosa luz blanca alumbrando el cajón. De verdad que daba miedo.

Al principio dudé en entrar y quise subir las escaleras, pero entonces recordé que llevaba dos maletas con el cierre a punto de salir volando por lo full que venía, entonces entré junto a mi papá.

― Por fin llegamos. ― suspiró luego de apretar el botón de nuestro piso.

― Sí. ― me pegué un poco más a su cuerpo, por si acaso se iba la luz o algo así.

Solo se escuchaban nuestras respiraciones, pero no era para nada incómodo, solo veníamos con las nalgas cansadas ―o bueno, al menos yo sí las tenía cansadas― de estar un montón de horas sentados.

Cuando nos encontramos frente a la puerta del depa, yo le hice una seña de silencio a mi papá tras introducir lentamente la llave en la cerradura para que no hiciera ruido y los de adentro se enteraran.

Le regalé una sonrisa cómplice a mi papá a lo que él me guiñó, entonces abrí la puerta y quedé loca tras ver lo que sucedió.

O sea, ¡es increíbleee! ―que se note el sarcasmo―.

No lo puedo creer, en serio.

Literal... se fue la luz.

― Ehm... ¿hola? ― me atreví a pronunciar, para saber si había alguien. No me había dado tiempo de ver si había gente.

Entonces todos los presentes encendieron las linternas de sus celulares, alumbrándome, haciendo entrecerrar los ojos porque me estaban encandilando.

― ¡Karliana lleegó, enano, paga tus cuatro dólares! ― Yhonny emocionado, empezó a caerle a lepes a Brayan, quien trataba de cubrirse la cabeza.

"Trataba" porque las chiquitas y gordas manos no le tapaban ni la mitad a la madre cabeza que tiene ―sin mal pensar―.

― Vaayalo, paga tu vaina. ― se unió a Yhonny, a caerle a lepes al pobre Brayan.

― ¡Ganamos la apuesta! ― el grito que pegó Víctor, creo que lo escuchó toda la urbanización.

No era la reacción que esperaba, tampoco los esperaba a ellos a ésta hora en mi apartamento, pero bueno...

Mi mamá se acercó a saludarme con un abrazo, el que claramente correspondí con mucha fuerza.

Había extrañado mucho a my mom.

Al separarme de mi mamá, los muchachos habían dejado su estupidez de la supuesta apuesta y estaban rodeándome, esperando su turno para saludarme.

― Na'guará, herma, que salada eres que se fue la luz. ― Valeria rió, abrazándome.

― Esos son ustedes, que me empavaron.

― Nojoda, sí, claro que la culpa es de nosotros. ― escuché con sarcasmo a Brayan, haciéndonos reír a todos.

Nos Enamoramos. // Nelson el Prince. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora