6- Es complicado

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Tris

—Así que habéis hecho las paces.

Fruncí los labios y miré al techo de la clase. No sabía si "hacer las paces" era la expresión correcta. El pasado no se podía cambiar, y los dos lo sabíamos. No había perdón por ello; todo estaba en manos de lo que sucediera ahora. Pero tal vez sí que habíamos hecho las paces.

"Supongo"

—¿Supones? — Bia apoyó el codo en mi mesa y la cara en sus nudillos, con una media sonrisa dibujada en sus labios—. Sí que te tomas el asunto a la ligera, sabiendo cómo te ha tratado hasta ahora.

"No creo que sea mal tío en realidad, y no me preguntes por qué. Ahora, que precisamente YO no tengo que pensar bien de él porque sí. Así que no sé qué hacer, la verdad"

—Sólo no olvides lo que ha hecho, Tris. Aunque no participara, jamás te ha defendido, y llevas años temiendo que te quite el dinero y te intimide. Mal tío no sé, pero se ha portado mal contigo.

Bajé la mirada ante sus palabras. Razón no le faltaba, realmente. Yo sabía que Bia creía que mi situación sí que era de víctima de acoso escolar, pero no era para tanto. No lo era.

Al no obtener respuesta, se rascó la barbilla mientras parecía reflexionar sobre algo. Finalmente optó por preguntar.

—¿Esta mañana ha hecho algo?

"Al parecer se despierta bastante tarde. Cuando he acabado de ayudar a Mila a ducharse, ha bajado en pijama, nos ha dado los buenos días y se ha ido a la cocina. No sé cómo pretende llegar a tiempo"

Pero, en el momento en que giré la libreta para que Bia leyera lo que le había escrito, Leo entró por la puerta. Justo después, entró la profesora de la clase que tocaba. Como siempre, parecía tener una flor en el culo, aunque ahora me sentía un poco mal por pensar eso.

Bia me mantuvo la mirada hasta que se giró, y yo la devolví hacia Leo. Estaba normal, como siempre. Bueno, no era como si fuera a tener un cambio físico ni nada. Pero sí que me miró un segundo tras sacar sus cosas, y luego se centró en la profesora que hablaba frente a todos. Solté el aire por la nariz con fuerza mientras intentaba copiar sus acciones. La verdad, no sabía por qué estaba tan inquieto.

Sorprendentemente, conseguí centrarme en clase, al menos lo suficiente como para saber que íbamos a tener un examen que seguramente suspendería. No me pudo hacer más ilusión. Bueno, sí, más ilusión me hizo cuando en el resto de las clases dijeron prácticamente lo mismo, e incluso más cuando cierto chico enclenque de pelo cobrizo y rizado llamado Melo vino a incordiarme.

—Qué, mudito, ¿preparado para la follada?

—Calla, si al final le acabará gustando— le secundó Laza entre risas.

Se me encogió el estómago hasta que caí en que hablaban de los exámenes.

—Ya ves, tío, como siempre suspende debe de estarse acostumbrando ya.

—Oye, Melo— ambos se callaron y se giraron hacia Leo, que los miraba con la mochila colgada del hombro y una sonrisa burlona—. Me parece que tú precisamente no tienes ningún derecho a reírte de las notas de nadie, teniendo las que tienes.

¿De verdad había dicho eso?

—¿De qué vas? ¡Yo tengo otras ambiciones! — contestó Melo con rabia, ignorando el hecho de que había desviado la atención de mí.

—¡Sí, llorarle a Laza para que te ayude con literatura! — esta vez intervino Marcos.

—¡Yo no hago eso! — no pudo evitar que se le cortaran las palabras de la rabia.

La voz de las BrujasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora