15- Justo lo que buscaba

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Leo

Por mucho que mi madre hubiera vuelto a casa, parecía que seguía estando fuera. Había conseguido un trabajo en el mercado, y cuando no estaba allí, se dedicaba a limpiar casas. Daría lo que fuera por ayudarla, pero Tristán y yo cuidábamos de la abuela, estudiábamos y las horas muertas nos las pasábamos... bueno, siendo brujas, supongo. No podía negar que me daba rabia que eso pudiera hacer creer a mi madre que me daba igual que se matara a trabajar. Sin embargo, con todo lo que nos explicaron Edelle y Meridiem, aprendimos que había demasiado en juego. No sabía cómo estarían Bia ni Tristán, pero a mí todo eso me daba miedo. Normalmente no se lo diría a nadie, pero ahora estaba Meridiem. Es un poco raro que una supuesta diosa sea mi psicóloga, pero todo era mucho más fácil desde que sabía que podía hablarle de cosas de brujas y del lago. Lo que no era fácil era el resto.

Desde que sabíamos que había cazadores en el pueblo, pasábamos horas y horas en la sala de brujas de la biblioteca. Selena, la bibliotecaria y tía de Eli, nos dejaba quedarnos hasta después de que cerraran a veces, porque nadie iba a robar ahí. Buscábamos cosas de los cazadores, y ya era complicado por el escaso contenido, pero, además, Bia no sabía prácticamente nada. Bia, que parecía conocerlo todo siempre. Según ella, le daba "puto asco" leer cosas de cazadores, y solía ignorarlas. En cuanto empezamos a leer, comprendimos el motivo. Entre la confusión de textos prácticamente incomprensibles se encontraban recogidas múltiples formas de asesinato, de tortura, de hacer que, en los últimos segundos de vida de las brujas, sus mentes estuvieran repitiendo en bucle el deseo de una muerte próxima. Pasamos días leyendo todo tipo de prácticas en esta línea, y aun así no encontramos nada de interés sobre el Cazador ni sobre el culto que se creó a su nombre.

—Básicamente —dijo Bia—, la mejor opción que tenemos es usar el Atlas.

Quedamos después de clase frente al corral, y Bia comenzó a bajar escalones automáticamente, así que le seguimos. Las escaleras eran mucho más divertidas de bajar sin nieve.

—¿El Atlas? Si no tiene nada que ver con el Cazador —comenté tras comprobar que Tristán no había enviado nada al grupo de los tres.

—Lo sé, pero si Tris puede meterse dentro de la gente puede también comprobar que no haya pensamientos extraños. Además, así podremos ver situaciones en las que no estamos realmente. Se trata de tener más información, al menos de momento.

Llegó al último escalón y empezó a rebuscar en su mochila. Para cuando llegamos a su altura, ya había sacado un espejo de mano.

—Tris, quítate la ropa.

Alcé las cejas y parpadeé con estupefacción. Tristán se puso a la defensiva de inmediato.

—Tengo que verte las marcas de corrupción antes y después de ir al lago. No puedes seguir haciendo esto sin ningún tipo de seguimiento. Venga, chaqueta fuera.

Casi se le cae el móvil al escribir en el grupo.

"Pefo quw hace mucjo frio!!!"

—Va, que es sólo un momento. Esto es por ti —pidió de nuevo, con un tono algo más serio y autoritario.

—Le da vergüenza quitarse la ropa ahí en medio.

Los tres dimos un respingo al escuchar la voz procedente del lago. Edelle estaba reposando los brazos en las rocas que formaban parte de la orilla del lago, y nos miraba con una sonrisa perezosa.

—¡Edelle! —exclamó Bia, casi de inmediato—. ¡Tú puedes leer la mente de Tris!

Daba miedo lo rápido que se había acostumbrado a la existencia del espíritu.

La voz de las BrujasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora