20- La pregunta

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Tris

A Arboleda le iba a costar bastante recuperarse de ese golpe. Había mucha gente creyente en ese pueblo, y se hacía mucha vida yendo a misa. Ahora no había capilla a la que acudir, solo trozos de muro y un montón de escombros. Bia me contó lo que ocurrió, y prácticamente le obligué a ir a ver a Meridiem. Había tenido suficiente de ver cómo hacía ver que no le pasaba nada, estaba claro que ese era el límite. Me alegraba que, por lo menos, no hubiera consecuencias legales. Lo que no terminaba de entender era por qué apareció el cadáver casi irreconocible de Félix, y por qué Evie había desaparecido. Habían decretado que el cura se había suicidado, llevándose la capilla por delante, así que se había ganado el odio de todo el pueblo sin saber siquiera si era verdad, que no lo era. Eli estaba destrozada, pero se pasaba el día trabajando en la carnicería o estudiando, así que no tenía tiempo de pensar. Claro que, Amelia y Mila le dejaron quedarse con nosotros, pero Amelia estaba al límite y no podría con una persona más que mantener, así que Eli decidió colaborar. Leo y yo habríamos hecho lo mismo, pero seguían estando el lago y los estudios. Edelle no parecía demasiado de humor para nada, menos aun cuando le comentamos lo que nos contó Bia de su sesión con Meridiem, pues su salud no tenía muy buena pinta.

—Siempre parece muy débil cuando desaparece un espíritu de la naturaleza. Piensa que somos todos parte de ella, y sólo quedamos dos. Ha ido desapareciendo ella también cuando nosotros lo hacíamos.

Ni siquiera nos devolvía la mirada al hablar. No le había sentado muy bien la muerte de Evie. No me atrevía a preguntar si sabía por qué había ocurrido.

—No, no lo sé. Tengo sospechas, pero no lo sé.

Claro, que me podía leer la mente.

—¿Sospechas? —quiso saber Leo, sentado a mi lado frente a Edelle.

—Los espíritus que tienen sentimientos humanos terminan siendo humanos también. Puede ser que se hubiera enamorado de Félix, o que se sintiera extremadamente mal por su muerte al tenerle aprecio. No lo sé. Tampoco es que importe.

Leo se recogió las rodillas y apoyó la cabeza sobre sus brazos cruzados sobre éstas, pensativo.

—No es lo único que me intriga. Bia dice que parecía no tener el control de sus acciones. Ni siquiera se acuerda bien de algunas cosas que hizo. Si no hubiera tenido una caja de cerillas en el bolsillo, no se habría creído que fue ella la que prendió la capilla en llamas. Lo que me hace pensar... ¿Hay algo parecido al Atlas, pero en versión Cazador?

Edelle negó con la cabeza.

—Imposible. Los objetos naturales sólo pueden pertenecer a un espíritu de la naturaleza, y ahora sólo estamos Edelbee y yo. Otra cosa es que sea algún poder de Cazador por herencia, pero yo no sé de esas cosas.

Expulsé aire por la nariz con fuerza y tiré mi cabeza hacia atrás. Había demasiadas cosas. Justo cuando parecía que todo empezaba a recomponerse, se empezaba a venir abajo.

—Oh, y eso no es todo —dijo Edelle, claramente respondiendo a mis pensamientos—. Creo que deberías usar el Atlas.

"¿Ahora?" —pensé.

—Sí, ahora.

Leo se levantó y se sacudió los pantalones de tierra.

—Pues vamos.

—Espera un momento, Leo. No sé si es mejor que Tris vaya sólo hoy. —Su recomendación parecía estar infundada por una clara preocupación en sus palabras y su rostro grisáceo.

—¿Cómo? ¿Y perderme lo divertido? —Parecía casi ofendido por la posibilidad.

—No creo que sea muy divertido esta vez. De hecho, nunca había pasado algo así. Pero el vínculo con Tristán es fuerte, así que lo he notado.

La voz de las BrujasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora