Tris
Eli se quedó a dormir en casa de Mila. Tras explicarles la situación, y que seguramente en casa de su tía no estaría segura de momento, ni Mila ni Amelia se negaron. Durmió conmigo, como cuando éramos pequeños y susurrábamos pensamientos fortuitos mientras se nos llevaba el sueño.
"¿Qué pasará si tu tía te echa de casa?" —quise saber, cuando aún nos quedaban energías para mantener los párpados abiertos.
—He hablado con Bia —contestó con la voz ronca de sueño—. No parece dispuesta a dejar que me vaya. No sé si tiene algo en mente, pero sólo me queda confiar en ello.
Bia era muy cabezona y siempre salvaba el día. Al igual que Eli, sólo me quedaba confiar en eso, porque no había demasiado que yo pudiera hacer. Sin embargo, al día siguiente, Eli parecía algo agitada desde que salimos de casa para ir a clase. Supuse que era normal, dadas las circunstancias, pero me hacía sentir inseguro. Eli siempre parecía estar bien y, cuando no era así, se me venía el mundo encima.
La profe de lengua catalana hablaba y hablaba, pero creo que nadie estaba escuchando. No entendía por qué nos ponían clases sólo a nosotros el día después de una fiesta que se celebraba en el mismo colegio. Por mucho que la Selectividad se nos estuviera cayendo encima, eso era inhumano. Además, todo el mundo parecía expectante. Es como si estuvieran esperando algo con impaciencia. Algo malo. Era agobiante, yo también lo sentía. Ese algo dio la cara por primera vez al abrir la puerta de golpe, haciendo que más de una persona se sobresaltara. Era como la tormenta que empezaba de golpe, adornada por una cabellera sin vida y oscura y una expresión enfurecida.
—Perdone —se dirigió a la maestra antes de clavar la mirada en Eli—. Vengo a por mi sobrino. Supongo que le habrá causado muchas molestias.
—¿Hay algún problema? —preguntó con evidente confusión, alternando la mirada entre sobrina y tía—. No ha pasado nada con su sobrino.
No sabía si la profe no se había enterado, o simplemente no quería respetar. En Arboleda las voces corrían como un río al borde de una cascada.
—Que sea un degenerado es suficiente para que tenga que estar haciendo las maletas en vez de aquí. Venga, andando.
Eli se quedó mirando al frente unos instantes, labios apretados y ojos apagados. Se quitó las gafas para frotarse los ojos y se las volvió a colocar. Parecía la Eli del primer día, antes de reencontrarse conmigo, y probablemente la Eli que había vivido durante años antes de ese día; perdida, triste. Y sola. Se levantó y se puso la mochila en el hombro bajo la atenta mirada de toda la clase, que le siguió mientras andaba a paso lento hacia la puerta y se colocaba bien las gafas con el índice. Yo estaba en blanco. Todos estábamos en blanco. ¿Qué se supone que debes hacer en una situación así?
Bia seguro que tampoco lo sabía, pero aún le quedaba rato para rendirse. Se levantó de golpe, arrastrando la silla en el proceso y dirigiendo toda la atención hacia ella, incluida la de Eli, que frenó sus pasos de golpe y se giró hacia ella. La tenía justo en frente de mí, así que pude ver sus manos temblorosas apoyadas en la mesa. Su mirada estaba agachada, y se notaba que tenía miedo, pero habló con la voz más firme que logró encontrar.
—Soy lesbiana.
Era algo que decía todo el tiempo, igual que lo de ser no binaria, así que no entendía por qué ese temor tan grande. Nadie de clase se sorprendió tampoco. Al ver cómo miraba a Heidy, supe que había algo que me estaba perdiendo. Había súplica en sus ojos. Heidy cerró los suyos, y suspiró profundamente antes de levantarse también de la misma forma.
—Yo también soy lesbiana.
Eso sí que causó un notable revuelo. Varios gritos ahogados de sorpresa y cuchicheos se levantaron a nuestro alrededor. Eli abrió los ojos de par en par. Selena apretó la mandíbula con fuerza. La profe seguía sin entender nada. Miró a Bia fijamente, como si hubieran cerrado un trato. Bia asintió levemente, con un deje de sonrisa dibujado en sus labios. Laza siguió a su amiga más íntima.
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La voz de las Brujas
Fantasi¿Estás dispuesto a sacrificar tu vida a cambio de nada? Cuando a Tristán, un chico de diecisiete años que vive en un pueblo que parece estar apartado del resto del mundo, se le plantea esta posibilidad, no duda en aceptar la oferta. Con la ayuda de...