Tris
Me sentía ridículo acudiendo a Bia cada vez que no sabía qué hacer, porque parecía que ella quería alejarse y yo no le dejaba, y ella terminaba siempre cediendo al verme solo y sin ninguna otra opción. Justo había tenido problemas con las cosas de brujas, con las que ella no quería tener nada que ver, pero sabía un montón, luego... Eli. Eli, Eli, Eli. Era Eli. Ella. No quería que se sintiera incómoda conmigo, pero yo no sabía nada de transexuales. Quiero decir, de gente trans. No sabía cómo tratarlo, ni cómo actuar. Nada. Pero Bia, sí. Podría haberle preguntado a Eli directamente, pero... Es que no sabía nada. Nada de nada. Absolutamente. Llevaba mucho tiempo sin entrar a las redes, y no recuerdo haber visto nada sobre esto hace años. En el colegio, nunca nos hablaron de la existencia de las personas trans. Ni mis padres, tampoco. Y ahora me encontraba perdido, con miedo de hacer sentir mal a la última persona a la que querría hacer sentir así.
Creo que por todo eso acudí a Bia. Esperaba que Eli no me lo tuviera en cuenta, aunque Bia ya me echó mi bronca correspondiente por haber sacado a una persona del armario. Sin embargo, no me arrepiento. Sentía que podía hablar con Eli, y entenderle. Depende de la persona y de lo cómoda que esté a la hora de hablar de unas cosas u otras, pero es mi amiga de la infancia; esa persona que siempre estuvo ahí, y creía que Eli podría decirme sin problemas cuándo he hecho algo mal y yo podría disculparme como corresponde, tal y como me había enseñado Bia.
Ahora bien, estaba el otro problema: eso de que se levantó y se marchó al leer que soy una bruja. Estábamos ya de vacaciones, por lo que no estaba obligado a ver a nadie más que a Leo, con quien pasaba el rato hablando de sus amigos e intentando averiguar qué podríamos hacer con el tema de Melo y Laza. El caso era que no veía a Eli desde entonces. No había venido a casa y yo no me atrevía a ir a la suya, y tampoco entendía el porqué de su reacción. Y no sabía si eso de ir al centro a comprar cosas para Navidad seguía en pie.
Pero, como siempre, la vida no me dejaba tener uno o dos problemas a la vez, tenían que ser ochocientos, los suficientes para que me viera incapaz de hacer nada y sólo quisiera irme a mi cuarto a llorar.
—Ha venido Pere, el pastor. Ha ido a ver a las ovejas, y dice que vendrá el 26 para llevárselas a su casa. Parece que ya podrían hacer vida normal.
El señor Pere era amigo de Mila, y trajo seis ovejas muy débiles un año después de que yo llegara a Arboleda. A pesar de que por su estado necesitaban cuidados especiales, podría haberse encargado él de ellas, pero al parecer Mila le había hablado de mí y de cómo, probablemente, me harían compañía. Y lo hicieron. Hice todo lo que pude por ellas, hasta el punto en que se me olvidó que su estancia era sólo pasajera. Pensaba que se había olvidado de ellas. Por eso me chocaron tanto las palabras de Mila cuando llegué de hacer la compra con Leo.
—¿Qué dices? ¿Se las van a llevar?
—Sí, Leo. Las ovejas necesitan pastar. Ahora que ya pueden salir sin peligro, serán mucho más felices sin estar encerradas todo el día.
Leo me miró de reojo. Yo seguía sin saber qué hacer. La verdad es que fue bastante extraño, porque no sentí nada. Me dio la sensación de que era como tirar otra piedra a mis espaldas cuando ya me habían sepultado con muchas. Tragué saliva y asentí. Me dio angustia no tener ganas de llorar.
—¿Estás de acuerdo con ello? —quiso saber Mila.
Asentí de nuevo. Leo seguía mirándome. Hice como si no me diera cuenta y me fui a colocar la compra en la cocina. Pude escuchar un "Tú lo que tienes que hacer es llamar a tu madre" por parte de Mila, así que supuse que Leo pretendió hacer algo. Y no se podía hacer demasiado, me parece.
De todas formas, tampoco podía dejar que eso me consumiera demasiado, porque ya me iba a consumir yo estando ya a dos días de Navidad y sin noticias de Eli. Me había hecho ilusiones pensando que podría ir al centro, la verdad. Y luego pensé que al menos estaría Leo, pero ese día se fue con la familia de Marcos bien temprano. Yo llevé a Mila a dar una vuelta, como últimamente hacía con Leo, aunque no demasiado rato ya que Mila no podía andar mucho. Para mi sorpresa, cuando llegamos había una moto aparcada frente a casa, y apoyada en ésta estaba Eli, totalmente absorta en su móvil. Sólo se percató de que estábamos ahí cuando llegamos a su lado.
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La voz de las Brujas
Fantasy¿Estás dispuesto a sacrificar tu vida a cambio de nada? Cuando a Tristán, un chico de diecisiete años que vive en un pueblo que parece estar apartado del resto del mundo, se le plantea esta posibilidad, no duda en aceptar la oferta. Con la ayuda de...