17- Sólo un nombre

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Bia

Todo era muy, muy obvio. Me sorprendía que nadie se hubiera dado cuenta de que Laza miraba a Melo hasta que Melo se giraba hacia él y entonces ambos miraban hacia otro lado. Todo el rato. Durante seis horas seguidas. Tris, Leo y yo nos lo pasamos genial, eso seguro. Me alegraba en cierta manera, porque no sabría qué hacer si Leo se hubiera hundido del todo. No le faltaban motivo; yo lo habría hecho. Me lo crucé saliendo de su casa, cuando ambos nos dirigíamos hacia el lago.

—¿Y Tris? —pregunté sin saludar.

—Ha ido a darle de comer a las gallinas. Debe de estar con Edelle ya.

—Ah... vale.

No sabía qué más decir. ¿"Lo siento por haber sido una estúpida contigo cuando en realidad estabas poseído"? ¿"Tenía miedo de que hicieras daño a Tris, por favor, no me lo tengas en cuenta"? Nada de eso sonaba a algo que yo diría. Y, aún así, bajar las escaleras al lago junto a Leo se estaba haciendo muy largo y tenso. Sabía que tenía que decir algo, porque él no lo estaba pasando bien, y yo no quería que se pensara que le odio o algo parecido. Antes sí, por supuesto, porque estaba haciendo sufrir a mi amigo, pero ahora sabía que no había sido él. Le debía algo.

—Oye.

Me sorprendí cuando, al mismo tiempo, se giró para decirme exactamente lo mismo que yo le había dicho a él.

—Perdona, dime. —Otra vez, al mismo tiempo—. No, no, dime tú. —Y otra vez más.

No era la primera vez que nos pasaba, pero antes me daba mucha rabia. Ahora se me escapó una sonrisa. Tomé la iniciativa al ver que él estaba un poco incómodo.

—Digo que lo siento. No me preguntes por qué. Tómalo y ya.

A Leo se le curvaron los labios, por mucho que parecía que intentara disimularlo.

—Yo también lo siento.

Expulsé aire por la nariz con fuerza y cerré los ojos. Mucho mejor, sí señor.

—¿Estás bien? —pregunté.

Se encogió de hombros. Le di una palmada en la espalda y seguimos bajando, solo que sintiendo como las palabras atoradas se quedaron unos escalones más arriba. Seguro que Tris se pondría contento.

—Ya han llegado las brujas. —Escuchamos desde el cielo en cuanto nos aproximamos al claro.

Los tres espíritus de la naturaleza estaban presentes. Qué puta fantasía. Quería llorar cada vez que los veía, pero tenía que ser guay.

—¡Bien! Edelle y Tris me están contando lo que pasó con Laza y Melo —dijo Edelbee, desde la orilla.

—Tristán no quiere que te cuente que se tuvo que morrear con Melo.

Tris, que estaba sentado a su lado y frente a Edelle, se masajeó las sienes. Edelbee ahogó un grito, ofendide.

—Pero, ¡cómo! ¿A mí me vas a ocultar estas cosas? ¿A mí?

—Precisamente a ti entiendo que te las oculte —intervino Evie.

—Pero bueno, Tris. Primero Jimena y luego, esto. No paras, ¿eh? —Edelbee decidió ignorar el comentario.

Tris se había ido haciendo cada vez más bolita. Leo parecía entretenido por la situación.

—¡Bueno, ya está bien! —interrumpí la situación finalmente—. Ahora que ya hemos resuelto a los novios gilipollas, nos toca el drama de Jimena. Al lío.

Me acerqué al lago con determinación. Tris se levantó y se sacudió los pantalones. Edelbee solo se cruzó de piernas y nos miró desde abajo, cogiendo su cola y atrapándola entre sus brazos.

La voz de las BrujasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora