24.- Virus.

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—Le diré a la señora Hudson que te prepare un té.

—No es necesario.

—Claro que sí; la gente enferma suele tomar cosas calientes, ¿no es así?

—Son creencias de la gente. Puede ayudar, pero si no tomas medicamentos no hay gran alivio.

—No lo sé, John, me temo que, como en la mayoría de las veces, estás equivocado.

—Sherlock, estudié medicina.

—Y yo soy más listo que tú.

—¡¿Eso qué tiene que ver?!

—Nada; creí que decíamos cosas obvias —comentó con sarcasmo.

—Como sea, sólo ve a la farmacia y compra lo que te había dicho.

—¿Y el té?

—Nada de té por ahora.

—John, puede que sea un placebo, pero sé lo que te digo. Un té va a ayudarte.

—Sherlock, no quiero un té, quiero medicamentos.

—Por favor, tienes que aceptar que es una buena opción lo del té. No seas orgulloso.

El doctor se quedó en silencio, limitándose a mirar a su compañero de piso como si quisiera romperle la nariz.

—Tengo que demostrártelo, ¿no es cierto? Entonces tendrás que contagiarme; yo tomaré té y tú no, y ya veremos quién se recupera más pronto.

—No seas infantil, eso no va a pasar.

—Vamos, John, sólo tienes que contagiarme.

—¡No! —gritó, o al menos eso trataba, pues su garganta no estaba ayudando —No voy a hacerlo, además, tu sistema inmune es distinto, y el virus necesita unos días para incubarse y... ¡¿qué haces?!

—Estoy tratando de adquirir tu virus —decía restregándose en la cama del ex militar.

—¡Fuera! ¡Ve a la farmacia! —pataleaba de forma no muy madura.

—Estoy comprobando mi teoría mediante la experimentación.

—Deja esos papeles sucios en paz. ¿Qué te había dicho de experimentar en ti mismo?

—Lo sé, pero sería ridículo traer a Lestrade a que él se contagiara, ¿no crees? —dijo sin darle mucha importancia al asunto, justo para después darle un trago al vaso con agua que estaba en la mesa de noche del rubio.

—¡William!

—¡No me llames así!

—¡Lo haré si sigues hurgoneando en mis cosas!

—Bien. Puedo dejar tus cosas -suspiró resignado.

—Gracias.

—No, John, nunca dije algo sobre dejarte a ti —farfulló con una sonrisa pícara de por medio, jalando a Watson de su suéter, solo para establecer un pequeño contacto entre los labios de ambos.

El doctor se quedó inmóvil luego de aquel beso, con sus mejillas y nariz más rojas de lo que ya estaban.

—¡Ya vuelvo! —se despidió el detective y salió del apartamento sin que el doctor pudiese decir algo.

Una campanita sonó en su teléfono.

"Tú también sabes que el té por sí solo no cura la gripe, ¿verdad?
JW."

"Obvio.
SH."

"Si querías besarme sólo lo hubieras pedido.
JW."

"Aburrido.
SH."

Johnlock DrabblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora