—¡Creí que ya habíamos hablado de lo de interrumpir mis citas! —vociferó el rubio en cuanto puso un pie en el apartamento.
—Era de suma importancia.
—¡Claro que no! ¡Un asesinato es importante para ti nada más!
–Es mi trabajo, John —se justificaba—, además, creí que estábamos juntos en esto.
—¡No! ¡Es tú trabajo; yo sólo te ayudo, y eso no te da el derecho de llegar al restaurante donde estoy teniendo una cita y raptarme!
—No le veo nada de malo...
—Ah, pero claro —lo interrumpió aún con molestia—. ¡Olvidaba el hecho de que nunca has estado enamorado y tal vez nunca lo estarás!
Sherlock ya no respondió nada. Ni siquiera pudo sostenerle la mirada al mayor. Su cabeza se agachó y de la nada, su característica altanería se esfumó.
—Perdón —atinó a murmurar únicamente—. Estaré en mi habitación.
El detective se retiró con rapidez y el médico no pudo evitar arrepentirse de lo que había dicho.
Watson corrió detrás de su amigo, quien le cerró la puerta en la nariz.
—Sherlock, lo siento. Fue demasiado, lo reconozco.
No hubo respuesta.
—Escucha, no quise ser grosero. Estaba molesto y no pensé en lo que dije. Es obvio que te juzgué mal.
—No importa —respondió sin abrir su puerta—. No es como que no esté acostumbrado.
—No, no, no, no. Sherlock, perdóname. Yo no sabía...
—¡Es obvio que no sabías! —impidió que continuara hablando.
—Discúlpame. Sé que te debió haber dolido.
—Duele cada día, John.
—¿Su muerte?
—No es La Mujer —aclaró—. Él no está muerto.
Entonces, sólo entonces, John entendió.
—¿Duele que sea un idiota?
Hubo un pequeño silencio que luego fue finalizado con una risita del menor.
—La mayoría de la gente lo es.
—Pero él no se da cuenta.
—Quizá ya haya sospechado —farfulló el pelinegro—, pero sé que no va a hacer nada; no va a pasar nada.
—Tú no lo sabes.
—¿Por qué dices que no lo sé?
—Porque eres un idiota —dijo entre risas—, y porque no le abres tu puerta.
—Entonces el idiota es él. Mi puerta no tiene seguro.
El doctor giró la perilla y entró a la habitación, encontrando a Holmes recargado en la pared. Inmediatamente lo abrazó, poniéndose de puntitas.
—Perdóname por ser tan idiota —susurró en su oído.
—La mayoría de la gente lo es —respondió el más alto—...incluyéndome a mí también.
Y por unos minutos, ambos permanecieron así, abrazados , sin decirse nada, porque nada más era necesario.
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Johnlock Drabbles
FanfictionEllos resuelven crímenes; el doctor escribe en su blog de ello, el detective olvida sus pantalones y yo hago relatos cortos de este par.