33.- My ashtray heart.

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—Creí que lo de los cigarros había quedado atrás.

—Sería un desperdicio tener un cenicero en casa si ninguno de los dos fuma.

Una risa llena de complicidad inundó la sala, seguida de un contacto visual un tanto coqueto. Los recuerdos del cómo obtuvieron aquel cenicero se hacían presentes.

—¿Nunca regresarás eso?

—No —el doctor no pudo evitar volver a reír por la rapidez de la respuesta.

El resto del —aburrido— día transcurrió entre pláticas breves, melodías de violín, lecturas, té, disparos a la pared y regaños; lo habitual. Sin embargo, el ex militar no podía dejar de ver el objeto de cristal que se encontraba en el escritorio.

—¿Por qué lo hiciste?

—¿Perdón?

—¿Por qué lo hiciste, Sherlock? —repitió— ¿Por qué robaste un cenicero de Buckingham?

—Porque no tengo vergüenza, porque no tengo escrúpulos y porque tampoco tenía un cenicero...

—Me refiero a la razón —hizo una pequeña pausa para humedecer sus labios—; ¿por qué motivo lo robarías?

—¿Qué no es obvio? —cuestionó el más alto a modo de respuesta.

—No. Acláralo; sabes que quieres hacerlo.

—Dedúcelo, John.

—Porque eres un imbécil, porque estabas rebelándote ante Mycroft, porque te pareció fácil, porque estabas aburrido...

—Mal, mal, mal, mal —interrumpió.

—Te escucho, entonces.

—¡Fue para hacerte reír, John!

El rubio abrió los ojos lo más que pudo y su boca formó un pequeño círculo. Acto seguido volvió a soltar una risilla.

—Aún lo sigues logrando.

—Y lo seguiré logrando, créeme —dijo con una tierna sonrisa dibujada.

Justo después, prendió otro cigarrillo.

Johnlock DrabblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora