Johnlock Drabbles

12.- He comes in colours everywhere.

Estaba tan concentrado en su experimento que no se había dado cuenta de que un par de ojos le observaban furtivamente, o tal vez sí que lo había notado, pero prefería hacerse el desentendido.

Aprovechando esta concentración, el doctor se encargaba de analizar a su compañero; jamás se había puesto a pensar que a pesar de que sus ropas eran oscuras por lo general, el detective poseía unos ojos azules verdosos que podrían hipnotizar a cualquiera. Dentro de la monotonía de sus prendas destacaba el color acuoso de sus orbes.

Tampoco se había puesto a pensar que en realidad también gustaba mucho de los tonos púrpuras; porque vaya que le quedaban bien, vaya que hacían que su nívea piel destacara.

Mucho menos se había percatado de que a pesar de que no llevara amarillo en sus ropas, el color le recordaba a él; le recordaba a ese rayito de sol que iluminaba sus días con emocionantes aventuras.

Y qué decir del rojo; apasionante, fuerte. También le recordaba a Sherlock; le recordaba su pasión por su extraño y único trabajo, sus nervios de acero. Tal vez hasta le recordaba un poco a las escenas del crimen a las que asistían juntos.

Pensándolo bien, Holmes podría ser el color naranja, la mezcla entre amarillo y rojo; sí, eso quedaba bien, aunque había ocasiones en las que ese anaranjado se tornaba más rojizo o más amarilloso que de costumbre. Sí que era difícil encontrar un solo color que se relacionara con el detective.

Era tan difícil encontrar un solo color para definir al gran Sherlock Holmes que John creyó que quizá era un arco iris; sí, eso debía ser. Sherlock era una mezcla entre muchas cosas, era una mezcla entre muchos colores, así que debía ser un arco iris. Muchos le consideraban un fenómeno, pero a final de cuentas todos le apreciaban; justo como un arco iris.

Sí, Watson lo había descubierto; el rizado era multicolor, no era para encasillarlo en uno solo. Sherlock era ese arco iris que alegraba y llenaba de emociones los días de John.