La rueda de la fortuna

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Ni si quiera me di tiempo de observar la enorme mansión de Michael, estaba tan ansiosa por salir al parque que solo fui capaz de ver el recibidor, entonces pregunté dónde estaba el baño y me metí ahí, buscando entre mi ropa nueva algún pantalón y fiel a mis costumbres, me puse el primero que encontré.

Cuando estuve lista le pedí a los empleados de la casa que no movieran mi equipaje del recibidor, al fin y al cabo aun no sabía cuál sería la habitación que Michael me asignaría.

-       Lista – murmuré apenas al estar fuera de la casa. Michael se puso de pie y me ofreció su brazo para caminar a su lado.

-       Lindos pantalones – sonrió.

-       Bueno, los eligieron tus chicas. –

-       ¿Mis chicas? –

-       Sabes a lo que me refiero. –

Asintió con la cabeza y seguimos caminando. De pronto me detuve, me paré delante suyo y miré su rostro fijamente.

-       Michael – tragué saliva - ¿Esto es real? – le pregunté sin más.

-       Yo soy real – asintió – tu eres real… entonces creo que si –

-       No lo sé, aun me cuesta tanto creerlo… - me encogí de hombros – es decir, nadie viaja en el tiempo así como así, esto solo pasa en las películas, lo cual es divertido, pero cuando te ocurre en la vida real no lo es tanto… es preocupante, te llena de angustia, te da temor… y pareces una loca, además de todo lo anterior mencionado –

Y ahí estaba yo, hablando y hablando sin parar como era mi costumbre, a veces no sabía cuándo callar y podía llegar a ser bastante fastidiosa.

El rostro de Michael se había endurecido de golpe, su expresión ya no era la misma que había tenido segundos antes de que yo me pusiera a hablar como una desquiciada. Lo había fastidiado, seguramente lo había hecho.

-       ¿Qué ocurre? – le pregunté preocupada.

-       No ocurre nada – respondió sin más expresión en su rostro.

Intentaba ver sus ojos pero estaban cubiertos por su característico par de lentes de sol. De pronto una idea se me cruzó por la cabeza, aunque me daba algo de pena hacer lo que mi mente me pedía. Necesitaba ver sus ojos, necesitaba tocarlo, darme cuenta de que todo era real, de que no estaba soñando, de que esa era mi realidad ahora, una realidad tan verdadera como la que había dejado en el 2014.

-       No te creo – murmuré.

-       Es la verdad –

¿Qué más daba? Tenía que hacerlo para confirmar aquello. Me armé de valor y elevé mis manos hasta su rostro, tocando sus mejillas con las yemas de mis dedos. Casi suspiré. De nuevo apareció aquel estúpido cosquilleo en mi estómago, argh, realmente odiaba eso. Él no se movió. Le quité aquel par de gafas de sol. Sus ojos me miraron fijamente, encontrándose con los míos. Le dediqué una sonrisa y entonces volví a bajar las manos, colocándolas en su lugar original.

-       Te sientes real – comenté al fin.

-       Pues… tú también – dijo él tímidamente.

-       Toma – le extendí las gafas. Él las tomó pero no se las puso de nuevo.

Esta vez caminamos en silencio hasta la rueda de la fortuna. Nos sentamos juntos en la cabina y el operador inició el recorrido. Comenzamos a elevarnos lentamente, la vista desde ahí era genial, podía ver todo el verdor de los árboles de Neverland, del césped, los arbustos, los colores de las flores. Todo lucia maravilloso, a excepción de que Michael seguía sin pronunciar palabra alguna.

¿Qué rayos había pasado? ¿Había dicho algo estúpido? Era una buena opción, aquella parecía ser mi especialidad, siempre tenía algún comentario estúpido para decir. Aunque por otro lado también estaba la posibilidad de que lo hubiera incomodado con aquello del “toqueteo”, por llamarle de alguna manera. Yo sabía que él era muy tímido, incluso más que yo que parecía tener maestría en cubrir cualquier momento bochornoso, incomodo, ridículo o romántico con alguno de mis comentarios tontos. ¿Sería eso? Ya daba igual, lo único que sabía era que aquel silencio no me gustaba en absoluto.

-       Perdón por no creerte y tener que tocarte para cerciorarme de que eres real… de que somos reales los dos – rompí el silencio.

-       No te disculpes, eso fue… - miró para otro lado – agradable –

Sonreí casi instantáneamente.

-       ¿Entonces por qué estás tan callado? – no quise seguir con ese tema. “Agradable” había sido un buen adjetivo, pero prefería no saber a qué se refería con él.

-       Helena, no quiero que tengas ese miedo, no quiero que lo sientas – esta vez volvió a mirarme y entonces yo dejé de observar el paisaje para prestarle la atención que merecía – me esfuerzo para hacerte sentir un poco más tranquila. No me gusta saber que te sientes de ese modo, eso no está bien. – suspiró.

-       ¿Es eso? – le pregunté bastante sorprendida.

Michael asintió con la cabeza.

-       ¡Hey! – no dejé de mirarlo un solo segundo - ¡Eres el mejor! – sonreí – No tienes que preocuparte por mí, estoy bien… vamos, estoy asustada por todo esto, pero estoy y estaré bien, ya haces demasiado con tenerme aquí, molestándote todo el tiempo sin dar nada a cambio. No tienes que… -

-       ¡Shhh! – se llevó el dedo índice a los labios para pedirme que guardara silencio – No me molestas – se cruzó de brazos. – Te prometí que iba a ayudarte y parte de esa promesa es evitar que sientas miedo.  Odio el miedo, te imposibilita de muchas cosas. –

-       Lo sé, pero tampoco es como si pudiera evitar sentirlo – agaché la mirada – ¿Sabes una cosa? Cierro los ojos y veo la cara de mis padres, de mi hermana; me asusta no saber cómo están, ni cómo están llevando mi ausencia. Me da miedo saber que ellos no tienen una explicación de lo que está sucediendo. Mi mamá es muy asustadiza, no quiero ni imaginar cómo se encuentra justo ahora. Me asusta no saber si algún día podré regresar y volver a verlos. Estoy terriblemente asustada de en algún momento tener que aceptar que de ahora en adelante mi realidad está aquí en 1993. Me asusta quedarme aquí y cambiar tu futuro, el futuro que yo conozco, que sea diferente por mi culpa y te pierdas de lo que debió ser y no fue por mi culpa, Michael. –

Y de nuevo el silencio reinó entre nosotros.

Volví a acomodarme completamente derecha en el asiento de la cabina en la que viajábamos, Michael lo hizo también.

No nos mirábamos, tampoco hablábamos, sin embargo él simplemente tomó mi mano derecha entre las suyas, dándome el apoyo que necesitaba sentir en ese momento.

Desde 2014, hasta 1993 #MoonwalKingAwards2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora