Tengo una idea

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Los días pasaban y yo comenzaba a acostumbrarme a la vida de 1993; vamos, claro que extrañaba la modernidad, echaba de menos el Whatsapp, Twitter, Facebook, Instagram y todas esas aplicaciones que solía utilizar a diario y que hacían vibrar mi celular con bastante regularidad, ahora éste reposaba en uno de los cajones de la habitación en la que dormía pues se había quedado sin batería hacía ya algunas semanas atrás y solo lo tenía ahí, como un recuerdo de lo que había sido mi vida hacía no mucho tiempo. Pero tampoco era tan malo vivir en el 93, de hecho, era bastante más tranquilo y sentía que el día rendía mucho más en ese año, lejos de tanta tecnología de la que yo solía ser esclava día con día.

Aquella mañana me había despertado un poco más tarde, la razón era precisamente que Michael no estaba en Neverland, había salido desde muy temprano a cumplir con uno de los compromisos que tenía, la verdad no sabía exactamente qué estaba haciendo, nunca se me había dado mucho el entender sobre trámites legales, pero tenía entendido que estaba revisando los contratos de las fechas del “Dangerous Tour” que venían a continuación.

Me había parado de la cama unos treinta minutos después de lo que lo hacía regularmente, ya me había dado un baño rápido y me había puesto uno de los vestidos que Michael había comprado para mí y que las chicas de su staff habían elegido.

Me miré al espejo y me reí, estaba incomoda así vestida pero era lo que tenía para ponerme y no podía quejarme de ello. Negué con la cabeza, simplemente no sentía como si fuera yo aquella imagen que el espejo reflejaba, aunque a ciencia cierta nada en mis facciones hubiera cambiado, solo la manera en la que me vestía. Mi piel seguía teniendo aquel tono moreno tan común y característico de mi país, mis ojos seguían siendo igual de grandes y con ese color marrón tan simple, el cabello lamentablemente seguía viéndose tan horrible como en el 2014, mi estatura seguramente también seguía siendo la misma… en fin, el espejo me devolvía la imagen correcta, simplemente era yo quien se sentía diferente por el simple hecho de usar un vestido. Lo sabía, era una ridiculez sentirme de esa manera, seguramente era lo más patético del mundo, pero aun así, no podía evitarlo.

Decidí que era mejor no seguir pensando en eso y salí de la casa a caminar por los jardines de Neverland. No me sentía del todo hambrienta así que no entré a la mansión principal para desayunar como todos los días, preferí esperar a que Michael regresara y entonces podríamos comer juntos.

Atravesé el zoológico con pasos lentos, disfrutando de ver a los animales que Michael criaba ahí, pero sin dudas pasé mucho más tiempo con “Gypsy”, el elefante que Elizabeth Taylor le había regalado a Michael hacía un tiempo. Y claro, él no me lo había contado aun, pero yo lo sabía… era una de las ventajas de venir del futuro.

Amaba los elefantes, siempre lo había hecho aunque no tuviera idea de la razón, eran hermosos y a pesar de ser gigantescos, me causaban mucha ternura.

Seguí el camino hasta llegar a la zona del lago. No había estado ahí con anticipación pero desde que había llegado a Neverland había tenido esa inquietud, quería conocer el árbol favorito de Michael, ese en el que había escrito tantas canciones; para mi fortuna, no tardé mucho en encontrarlo. Otra ventaja de venir del futuro… lo había visto en internet las veces suficientes para reconocerlo.

Era enorme, con un tronco grueso y duro. Lo toqué con la palma de mi mano derecha mientras miraba hacia arriba. No pude evitar sonreír cuando a mi mente llegó la imagen de Michael en el horrible documental que Martin Bishir le realizó, aquella en la que escala emocionado ese mismo árbol.

-       A mi también me gusta ese árbol – su voz me sacó de mis pensamientos.

-       Michael – me giré para observarlo - ¡Volviste! –

Desde 2014, hasta 1993 #MoonwalKingAwards2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora