Un mes

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-       ¿Quiere que la espere aquí? – me preguntó el chofer con amabilidad.

-       Si no es mucha molestia – respondí.

Lo vi asentir con la cabeza ante mi petición y entonces me dispuse a caminar por el sitio.

Todo estaba tan diferente a como yo lo conocía. No sabía ni por donde debía empezar a buscar, me sentía perdida en un lugar que yo consideraba conocer como la palma de mi mano; eso al menos durante el 2014.

Por un momento me sentí mareada, los nervios y la angustia me ganaban y ni si quiera yo parecía capaz de comprender que era lo que estaba sintiendo en ese instante.

Buscaba como loca aquél elevador industrial al que había subido cuando llegué a 1993, pero no era capaz de ubicarme.

La gente a mi alrededor parecía no percatarse del manojo de nervios en el que yo estaba convertida. Todos lucían felices, las familias caminaban con tranquilidad por el parque aquella tarde del martes 12 de Octubre, el sol brillaba en su máximo esplendor y el viento caluroso me despeinaba el cabello mientras yo avanzaba lo más rápido que mis piernas me permitían, realmente comenzaba a desesperarme, caminaba y caminaba sin saber realmente a donde me estaba dirigiendo y aquella soledad me hacía sentir peor.

Me preguntaba qué estarían haciendo mis padres en ese momento, qué estaría haciendo yo en ese momento.

Sentí como el corazón se me apachurró un instante al recordar la fecha y analizarla detenidamente. Mañana era 13 de octubre… era el cumpleaños de mi papá. Tragué saliva y busqué la sombra de un árbol para sentarme un rato, cuando al fin divisé uno grande y con sombra suficiente no dudé en correr hasta él, abracé mis rodillas y recargué la frente ellas.

Todo eso me estaba afectando demasiado. Estar en mi país, en mi ciudad, en aquel lugar que me gustaba tanto y que ahora parecía desconocer, tan sola, en aquella fecha, sabiendo que mi papá cumpliría 29 años al día siguiente y que yo lucía como alguien de 22… todo era una locura. No podía comprender por qué tenía que estarme pasando todo eso a mi.

Sentía unas ganas enormes de correr a los brazos de mi mamá, abrazarla y decirle que la necesitaba mucho, de buscarla y pedirle perdón por angustiarla debido a mi desaparición, pero todo eso era una tontería, si la encontraba, conociéndola, jamás creería la historia de la máquina del tiempo, me tacharía de loca y no la podía culpar, su hija Helena seguramente estaba ahora mismo en una cuna, segura y feliz a su lado.

Comencé a llorar como un bebé. Necesitaba a Michael conmigo; él era lo único que me mantenía feliz en 1993, lo único que me hacía olvidar todo lo malo que estaba pasando, el único que me quitaba la angustia, que me hacía ver lo positivo de haber viajado en el tiempo. Me daba cuenta de lo débil que era y de lo mucho que me atormentaba sentir la soledad, aun y cuando siempre me había esforzado en aparentar que las cosas no me afectaban demasiado.

-       Hey – una voz me sacó de mis pensamientos. Era un susurro.

Levanté la mirada para buscar de dónde provenía aquella voz y darme cuenta de si se refería a mí o había alguien más por ahí. No tardé mucho en encontrarlo. Era él, el mismo tipo hippie que me había mandado al pasado que ahora era mi presente.

-       ¿Tu? – pregunté con incredulidad y me puse de pie lo más rápido que pude.

-       ¿Por qué estás tan triste? – me preguntó - ¿Hay algo que quieras cambiar del pasado? Tengo una máquina del tiempo, podría ayudarte si quieres –

-       ¡Espera! – me acerqué rápidamente a él. – ya estoy en el pasado -

El chico me miró con el ceño fruncido por unos instantes, momentos que yo aproveché para analizarlo. Lucía exactamente igual a como yo lo recordaba en el 2014. Tenía el cabello rubio y despeinado igual que aquel día, su sonrisa era perfecta y sus dientes blancos, y al mirar sus bonitos ojos grises me percaté de que parecía como si el tiempo no hubiera pasado por él.

Desde 2014, hasta 1993 #MoonwalKingAwards2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora