Las cenas de antiguos alumnos tienen el privilegio de estar organizadas en los mesones más improbables. Tendrían que realizar un estudio al respecto, es una incógnita quién es el que toma la iniciativa y sobre todo quién se encarga de reservar el restaurante. No se sabe cómo, se acaba con todo el mundo alrededor de una mesa, deshaciéndonos en diplomacia y tratando de reconocernos después de años de olvido. En este caso, detrás de nosotros hay una chimenea apagada, decorada con una hilera de salchichas y un fajo de espaguetis dentro de una canasta de mimbre, y alrededor mesas ruidosas, un futbolín y alegres familias al completo. Dejando a un lado el decorado, mis antiguos compañeros de clase me deparan no pocas sorpresas.
En total somos unos veinte, y todavía no han llegado todos. Me he sentado al lado de Kyuhyun, que no para de sonreír, hasta por una nadería, con el mismo entusiasmo con el que nos íbamos a dar una vuelta por las afueras. Delante de mí está mi primera novia y compañera de pupitre durante años, hoy con un barrigón de nueve meses. Acaba de anunciarme que se casó hace unos años, precisando que su marido la ha acompañado hasta el restaurante y que vendrá a recogerla luego, una vez termine la cena. Más allá del embarazo, se ha marchitado y me mira como si, después de esto, no supiera qué decir.
—Te veo bien —se limita a constatar, mirando a su alrededor.
Recuerdo que hubo un tiempo en el que nos quisimos tanto que nos entregamos el uno al otro por primera vez.
A su lado está sentada Song Hye Kyo, la empollona desgraciada que, aunque se fuera a acabar el mundo, no te pasaba una respuesta. Como era previsible, se ha vuelto una brillante abogada; lo que no era tan previsible es que es de una belleza, quedándome corto, explosiva. La cara de hija de puta, sin embargo, no la ha perdido, y tampoco su lengua entrometida. Según Kyuhyun, incluso en épocas absolutamente alejadas de toda sospecha, tenía la mirada de puerca.
Está ausente Ahn Dong Wook, el fornido y deportista Ahn Dong Wook, líder de la clase. Me atrevo a pedir noticias suyas y mi antigua novia me contesta abriendo los ojos de par en par:
—¡Cómo es posible, Hyukjae! ¿No lo sabes?
—¿El qué?
—DongWook tuvo un grave accidente, desde hace dos años va en silla de ruedas.
Noto el hormigueo del fluir de la sangre. También a Kyuhyun le ha cambiado la expresión; de su cara ha desaparecido todo rastro de la sonrisa infantil que la ha acompañado hasta este momento.
—Coño, lo siento.
—Ha abandonado la natación y ahora se dedica a la política —subraya Song Hyekyo con su entonación de biógrafa oficial—. Este año se presentará al ayuntamiento, tendríamos que pensar en votarle.
Y es entonces cuando Dongwook entra en el restaurante. A su espalda, una mujer guapísima que empuja la silla. Nos quedamos todos estupefactos al verlo: sigue teniendo la misma cara de Big Jim y la misma expresión de triunfador.
—Bueno, chicos, ¿os parece ésta la forma de saludar a un viejo amigo? —nos dice—. Vosotros que podéis, tendríais que levantaros y venir a darme un beso. —Mantiene también la simpatía que le caracterizaba en el colegio, y se merece toda una procesión de saludos.
Por lo visto la mujer guapísima que lo ayuda es su esposa: sus gestos dispuestos a atender cada necesidad y una mirada rebosante de amor que no se cansa nunca de acariciarlo. A pesar del accidente, Dongwook parece un joven feliz y todavía enamorado de la vida. Lo recuerda todo de nosotros, hasta el nombre del chico del gimnasio que estuvo en nuestra clase sólo un año.
Dongwook y su mujer parecen deseosos de conocer los caminos emprendidos por nuestras vidas; ella debe de estar al día de todos los pormenores, tanto que jura que le parece conocernos desde siempre.
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Lovebook
RomanceDonghae tiene ocho años cuando a la salida del colegio se encuentra con Hyukjae. Él sólo es un niño mientras que Hyukjae es un adolescente. La diferencia de edad entre ellos es una barrera que no se puede romper. Pero quince años más tarde, después...