18. Eunhyuk

131 22 0
                                    

El timbrazo insistente del teléfono me despierta de repente. Contesto con la voz ronca por el sueño.

Tardo unos segundos antes de darme cuenta de que al otro lado del teléfono se encuentra el padre de Jieun, que me está preguntando dónde está su hija.

—Está en mi casa —lo tranquilizo. Luego me aclaro la voz y le pregunto—: Pero ¿no estabais fuera?

—Ojalá —me contesta—, tarde o temprano tendré que convencer a mi mujer de que se tome unas vacaciones.

Deduzco que Jieun me ha mentido y que seguramente no es la primera vez. Gracias a ella, me levanto con la espalda rota: estos sofás de diseño, de última generación, no puede decirse que sean cómodos.

Sin embargo cuando voy a la habitación con la intención de cantarle las cuarenta me doy cuenta de que se ha ido. La cama está deshecha, pero en la almohada ha dejado las llaves junto con una nota.

«Tú lo has querido», pone. Y suena amenazante, como todo lo que tiene que ver con ella, por otra parte.

***

Esta mañana entro en la oficina realizando movimientos bruscos. En mi mente un único objetivo: buscar la fuerza necesaria para enfrentarme a mi padre.

Su escritorio está vacío, si se exceptúan sus inútiles trastos. Cada vez que lo busco, no lo encuentro.

Por suerte Anna, la secretaria, me informa de que el presidente ha llamado justo antes de que yo llegara para citarme a comer en I Piani, el restaurante al que, hasta hace cierto tiempo, íbamos a menudo, también con mi madre. Fantástico, así podremos hablar del tema con toda tranquilidad.

Me espera al final de la sala, sentado a una mesa preparada para tres personas. Me asalta la sospecha de que también esté a punto de llegar mi madre y su cara tensa parece confirmarlo. Sin embargo, cuando se lo pregunto evita contestarme, e insiste en que necesita hablar conmigo.

—Lo hemos ido aplazando durante demasiado tiempo —me dice.

Estoy total y absolutamente de acuerdo con él.

—En los últimos tiempos nuestra relación no ha sido fácil, me doy cuenta de ello —continúa después de tomar un trago de agua—. Hemos tenido opiniones discordantes sobre el futuro de la empresa. Tu madre ha querido lanzarse a la conquista de nuevos mercados, acompañando nuestros productos merecedores de muchos premios con vinos de calidad inferior, lo que ha dañado la imagen de la empresa. No es ningún secreto que no me siento a gusto dirigiendo un Consejo de Administración que no apoya mis decisiones.

No puedo hacer más que darle la razón. Y a toro pasado creo que algunas de las decisiones que hemos tomado no eran tan previsoras como mi madre y el señor Jung, su hombre de confianza además de administrador delegado de la empresa, esperaban.

—Te he llamado para adelantarte mi decisión de dimitir.

No creía que hubiéramos llegado a este punto.

—No puedes estar hablando en serio.

—He dedicado a esta empresa cuarenta años de mi vida —me contesta, casi con melancolía—. Te puedo asegurar que nunca he hablado tan en serio. Tu abuelo fue como un padre para mí, y tengo que admitir que en el transcurso de los años he aceptado muchas cosas que no iban bien en mi matrimonio entre otras razones por la inmensa estima que sentía hacia él. Pero ya han pasado varios años desde que falleció, y tu madre y yo nos hemos enfrentado a momentos muy difíciles. Es triste constatar que no hemos sido capaces de salir adelante. Pronto te lo comentará ella misma. Hemos decidido divorciarnos.

LovebookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora