Mi abuela tiene razón: las relaciones son esas preocupaciones que nos mantienen vivos. No puedes prescindir de los lugares ni de las personas que has querido.
Hay personas que están atadas por una cuerda elástica y no lo saben. En cierto momento se va cada una por su camino, cada una por su cuenta, y la cuerda elástica les deja hacer, les sigue la corriente. Hasta que acaban olvidándose de ella. Pero luego llega el último momento, cuando la cuerda elástica está a punto de romperse, tanto que tienen que reaccionar; no se rompe, sino que más bien de un golpe seco muy violento consigue que vuelvan a encontrarse cara a cara.
Mi encuentro cara a cara con Lee Hyukjae ha sido un inolvidable fin de semana en Kyoto.
Después de besarnos durante no sé cuántos minutos delante del santuario Fushimi Inari, nos hemos acercado al chófer, que nos esperaba parado al otro lado de la calle. Nos ha llevado a dar una vuelta por la ciudad, con el atardecer tiñendo el cielo de rosa y la ciudad de azul.
Para nuestra estancia, Hyukjae ha elegido un hotel que jamás olvidaré, y no sólo porque se halla en un pequeño edificio del siglo XVIII, que antes acogía la más antigua panadería de Kyoto, con un portero llamado Chikara que parecía salido directamente de una comedia romántica, sino también porque en el cuarto de baño de mi habitación he encontrado una bañera con pies. Hyukjae ha sonreído mientras me decía: «Es la única que he podido encontrar entre todos los hoteles de la ciudad; espero que te guste».
¿Que si me gustaba? He pensado que no era cuestión de volver a emocionarme, si no habría creído que soy una estúpido, así que me he controlado y he seguido mirando a mi alrededor.
A lo mejor con la intención de regalarnos una atmósfera onírica, el estilista ha creído oportuno conducir a los huéspedes a las habitaciones (cada una diferente de la otra pero todas muy coloridas y llenas de fantasía) a través de un oscuro pasillo, con una moqueta negra decorada con topos blancos. Cuando he entrado en la mía, me he emocionado, me parecía lúdica, extravagante, pero increíblemente encantadora, Airashīdesu, si utilizo una de las pocas palabras japonesas que Hyukjae ha podido enseñarme. El baño de su habitación no tenía bañera con pies y los muebles eran decididamente más zen que los míos, pero igual de acogedores. De todas formas, el hecho de que haya decidido reservar dos habitaciones me ha tranquilizado. Sabía que acabaríamos durmiendo juntos, y eso me alteraba un montón, pero al menos tenía mi habitación y en cualquier momento podía decidir atrincherarme allí.
Lo primero, me he concedido un baño de al menos una hora. En la confusión antes de partir, no me había depilado y tenía unas cuantas cosas que arreglar. Quería que todo estuviera perfecto, que fuera irreprochable, pero no podía evitar mirarme en el espejo y pensar que no estaba a la altura: «¿Qué hace alguien como yo en esta maravilla?».
Aunque después, en el ascensor, en medio de la explosión de fantasías y adamascados y damas del siglo XVII en las paredes, he encontrado sus ojos y se me ha pasado todo.
Me ha llevado a cenar al Ryoanji Yudofuel, en una suntuosísima sala cubierta de frescos, con cristales por doquier y camareros almidonados que nos servían los platos con cuentagotas. No hemos parado de reír, yo por la excitación, él puede ser que por la felicidad de verme tan excitado. Los habituales del restaurante al parecer no apreciaban demasiado nuestro entusiasmo y de vez en cuando hemos tratado de contenernos, pero inútilmente.
Una vez terminada la cena, hemos corrido a refugiarnos en el coche, y allí más besos, besos sin parar, y risas incontenibles que sabían a Châblis en un estómago vacío y trufas de chocolate con efecto afrodisiaco.
De vuelta al hotel, nos hemos rendido ante la evidencia de que la noble cocina no es para nosotros y le hemos pedido a Chikara que nos subieran a la habitación de Hyukjae dos dobles hamburguesas con queso y una botella de champán. Hojeando el menú del servicio de habitaciones, he pensado en Heechul y en lo mucho que me envidiaría si me viera en ese momento.
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Lovebook
RomanceDonghae tiene ocho años cuando a la salida del colegio se encuentra con Hyukjae. Él sólo es un niño mientras que Hyukjae es un adolescente. La diferencia de edad entre ellos es una barrera que no se puede romper. Pero quince años más tarde, después...