El ruido de las llaves en la cerradura y la voz chirriante e inconfundible de mi madre que pregunta:
—¿Molesto?
Si estuviera enrollándome con una desconocida, ni siquiera tendría tiempo para aclarar la voz o tartamudear una excusa. Por suerte ése no es mi estilo. Ni la excusa, ni mucho menos la desconocida o desconocido. Además de que detrás del griterío de mi madre y el crujido de sus innumerables bolsas está Jieun, mi novia, que ya la sigue a todas partes. Desde la peluquería hasta las compras, se están volviendo inseparables.
Al principio fue mi madre quien la engatusó, de esa manera suya tentacular que siempre he encontrado inaguantable. Lo ha hecho con todas las otras y algunos otros, ahora lo repite también con ella: es una forma maniática de ejercer control, la suya. Jieun no lo entiende, cree que a mí me gusta, quizá está convencida de que la alianza con mi madre acabará fortaleciendo nuestra relación. En realidad, como de costumbre, eso me molesta, y no sólo porque las llaves de casa que le he dado a Jieun acaben automáticamente en manos de mi madre, que entonces aprovecha para intensificar sus visitas, sino también porque Jieun ha empezado a imitarla, en el estilo, en la manera de hacer, de mover las manos, como si no tuviera más que suficiente con mi madre.
—Hyukjae, querido, acabamos de volver de un muy agradable paseo por el centro —me informa mi madre antes de volcar todas las bolsas de marca en el sofá y pedir a Jieun que le acerque un vaso de agua—. ¡Señor, qué calor hace! Seúl se está volviendo cada día más insoportable... ¿Te estamos molestando? ¿Trabajas incluso los domingos?
Me han encontrado sentado en el sofá del comedor mientras repaso algunos correos electrónicos con el ordenador encendido en las rodillas. La casa está desordenada, la mujer de la limpieza tiene su día de descanso. No se trata de una situación tan grave que requiera la intervención de un servicio de protección civil, pero por la mirada disgustada que mi madre echa a su alrededor deduzco que el desorden está a punto de pedir permiso e irse.
Enseguida se ocupa de recoger la chaqueta de la butaca y pasársela a Jieun, con un comentario implícito: un ama de casa sabe siempre cuándo tiene que intervenir. Mira tú por dónde. Ella, que jamás ha puesto agua a hervir, ya que en casa hay una multitud de filipinos adiestrados para servirla. Encima Jieun ejecuta sus órdenes, le encanta ponerlo todo de su parte en su presencia. Cuando mi madre dice algo, lo que sea, Jieun escucha sus palabras como si probara un destilado de sabiduría, sucumbiendo a su fascinación. Por otro lado es normal, mi madre posee una personalidad carismática; a veces detestable, pero nadie es capaz de decirle que no. Sabe cómo conseguir lo que quiere, encontrar su hueco en cada situación y obtener la atención que se merece.
De joven era una mujer guapísima, alta, delgada, muy seductora, aunque sólo fuera por su porte. Hoy tiene poco más de sesenta años, y sin embargo parece que se ha quedado en una edad indefinible, por mérito o culpa de los continuos retoques. Si no fuera por el cuello arrugado y las manos con manchas en la piel y agrietadas, sería imposible determinar su edad. Su cara está tan estirada que no le queda ni una arruga, lo que pasa es que sus ojos, por culpa de tantas intervenciones, se han alargado hacia las sienes. Hay días en los que me cuesta reconocerla. Aunque ciertas noches, cuando tiene que participar en algún acontecimiento mundano, sé que la multitud aún podría detenerse para admirarla. Sea cual sea la joya o el traje que lleve, en ella reluce único y atemporal.
Mi padre fue el primero que cayó en su red. En casa es ella quien lleva los pantalones, y no sólo porque su familia es de lejos la más rica y todo lo que tenemos nos lo dejó mi abuelo materno. No. Se trata más que nada de una cuestión de carácter: mi padre no hace otra cosa que padecer, hasta en la empresa, donde es el presidente, pero sólo formalmente: asistiendo a un Consejo de Administración te das cuenta enseguida. Mi madre tiene el don de llevar a la gente a hacer todo lo que ella desea, es un hecho. Como ahora con Jieun, que se ha empeñado de repente en limpiar el comedor. Está recogiendo de la mesa el plato con las migas del bocadillo que acabo de comer y la lata vacía de Coca-Cola. Si estuviéramos solos, jamás lo haría. Llegados a este punto puedo aprovechar y entregarle la servilleta manchada de ketchup.
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Lovebook
RomanceDonghae tiene ocho años cuando a la salida del colegio se encuentra con Hyukjae. Él sólo es un niño mientras que Hyukjae es un adolescente. La diferencia de edad entre ellos es una barrera que no se puede romper. Pero quince años más tarde, después...