4. Eunhyuk

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La historia de nuestra empresa vinícola empezó hace medio siglo en un pueblo de las Langhe en Piamonte, Italia, una zona de la que salen vinos como el Barolo o el Nebbiolo. Cuando mi abuelo decidió quedarse con ella puede que no imaginara que un día se convertiría en una empresa tan importante. Hoy cuenta con más de seiscientas hectáreas de viñedos sólo entre Piamonte y Toscana y nuestro Barolo es de los más premiados del sector. Las tierras Adinolfi, de las que toma su nombre el grupo, son ya famosas en todo el mundo y cuentan con propiedades inmobiliarias únicas por su valor e historia. Las oficinas legales y administrativas están ubicadas en Seúl, en una bocacalle de Insa-Dong. Desde el día de mi graduación, es allí adonde me dirijo cada mañana.

Vista así, mi situación parece de lo más envidiable, pero nadie imagina lo que hay detrás. No soy un tipo que vaya contando sus miserias, y ciertas sensaciones desagradables me las guardo para mis adentros, como por ejemplo el hecho de que a menudo me siento un malabarista que, mientras hace equilibrios en la cuerda floja, se pone a darle vueltas a una cantidad alucinante de botellas. Estoy tratando con todas mis fuerzas de mantener en pie lo que se ha construido con trabajo duro a lo largo de los años, y me encuentro solo en esta empresa. Mi padre me observa sin reaccionar, es como si me hubiera pasado el testigo y hubiera decidido que me las puedo arreglar incluso sin él.

Antes no era así. Cuando mi abuelo materno llevaba la empresa, mi padre trabajaba a su lado con empeño y dedicación. A lo mejor tiene razón mi madre, nunca ha tenido tacto para ciertas situaciones, pero siempre ha puesto el corazón, la experiencia y la cabeza a su lado. Desde que mi abuelo nos dejó, muchas cosas han cambiado. Mi madre y mi padre han empezado a darse guerra, tanto en el trabajo como en la vida privada, y hace al menos dos años que parece que todo está a punto de derrumbarse.

Siempre han tenido ideas opuestas en relación con el futuro de la empresa. Mi madre no trabaja, pasa los días de compras, sin embargo es a ella a quien le tocan las decisiones importantes, como por ejemplo la de traspasarme a mí las acciones de la sociedad y hacerme de esta manera el socio mayoritario. Cuando empecé a trabajar, estaba de acuerdo con ella en que podíamos diversificar nuestros intereses e incrementar la producción para conquistar nuevos mercados, mientras que las ideas de mi padre han sido siempre más conservadoras al respecto: él prima el control de la calidad. Huelga decir que el Consejo de Administración, aunque presidido por mi padre, siempre ha apoyado las elecciones de mi madre y que por esta razón al final él decidió quedarse al margen, hasta perder todo interés por la empresa.

Allí está, sentado detrás de su voluminoso escritorio, en el que rebosan baratijas. Desde hace cierto tiempo no hace otra cosa que coleccionar objetos curiosos que utiliza para pasar el rato: desde un billar en miniatura hasta una esfera de cristal animada por pequeñas descargas eléctricas de colores. Vamos, que hay de todo. Como de costumbre, su cabeza está en otro lado.

—Hola, papá.

Me sonríe. A su alrededor, además de los premios acumulados a lo largo de los años y de las botellas más significativas, hay también una ruborizante cantidad de fotografías en las que aparezco en varios momentos de mi vida: en un triciclo cuando no tenía más de tres años; de joven con la mochila en los hombros; encorbatado el día de la graduación. Se diría que soy el centro de sus intereses, lo único que cuenta. Sin embargo su mirada está perdida en la constante búsqueda de algo que nada tiene que ver con esta oficina y con el futuro de su hijo. Está jugando con una de sus baratijas, esta vez una matriz de pequeños clavos de metal que cambia de forma según los objetos que se le acercan. Parece que le divierte el hecho de poder modelarla.

—¿Hay algo en particular que tengas que decirme?

El pelo, ligeramente ralo, no se lo corta desde hace unos meses y el nudo de la corbata es aproximado, como todas sus respuestas al fin y al cabo. Tenemos un problema con uno de los proyectos más importantes, la construcción de un hotel de lujo en una de nuestras mejores propiedades en la Toscana, y espero que mi padre vuelva en sí para ayudarme a solucionarlo, pero me pregunto si todavía merece la pena confiar en esa postura aburrida y distraída.

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